La autoestima es uno de los pilares más importantes para el bienestar emocional y psicológico. Morris Rosenberg, la define como un sentimiento positivo o negativo hacia uno mismo, reflejando la evaluación que una persona hace de su propio valor y competencia. Según Rosenberg (1965), la autoestima es una actitud global hacia uno mismo que puede variar en grado y que influye directamente en cómo las personas piensan, sienten y actúan en diferentes áreas de su vida. En un mundo lleno de presiones externas, donde a menudo se nos empuja a compararnos con los demás, cultivar una autoestima sólida es esencial para vivir una vida plena y equilibrada.
Desde una edad temprana, la autoestima se va construyendo a partir de diversas experiencias. El entorno familiar, las relaciones con amigos, la escuela y la sociedad juegan un papel fundamental en cómo nos percibimos. Comentarios negativos, críticas destructivas o la falta de apoyo pueden erosionar la autoestima, mientras que el refuerzo positivo y el reconocimiento de nuestras capacidades contribuyen a fortalecerla.
En la vida adulta, las exigencias laborales, los estándares sociales y las relaciones personales continúan influyendo en cómo nos valoramos. En ocasiones, podemos caer en la trampa de medir nuestro valor solo por el éxito externo, olvidando que somos valiosos simplemente por ser quienes somos. ¡Recuerda! El valor propio no depende de los logros, sino de la aceptación interna.
Una baja autoestima puede manifestarse de muchas formas: inseguridad, miedo al fracaso, dificultad para tomar decisiones o necesidad constante de aprobación externa. Estas actitudes pueden generar ansiedad, depresión y relaciones tóxicas. Las personas con una autoestima frágil suelen ser más vulnerables a los comentarios negativos, y les resulta difícil establecer límites saludables en sus relaciones personales o laborales.
Sin embargo, ¡la buena noticia es que la autoestima puede mejorar! Es posible reconstruir y fortalecer la percepción que tenemos de nosotros mismos a través de la introspección, el autocuidado y el desarrollo de habilidades emocionales.
Para elevar nuestra autoestima, es fundamental comenzar por practicar la autocompasión. En lugar de ser nuestros peores críticos, debemos aprender a tratarnos con el mismo respeto y cariño que ofreceríamos a un ser querido. También es importante establecer metas realistas y alcanzables, reconociendo cada pequeño logro como un paso hacia adelante.
Te regalo unas estrofas del poema de «Yo soy yo» de Fritz Perls que resume desde el recurso de la poesía de forma magistral:
Yo soy yo,
tú eres tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas,
y tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres tú,
yo soy yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos,
será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
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