21/12/2025
Entre Cultura y Nación

Cuando las velitas iluminaron la cultura colombiana en Santo Domingo

El pasado domingo 7 de diciembre viví, junto a mi esposa, una experiencia que merece ser contada: el tradicional encendido de las velitas organizado por la embajada de Colombia en la República Dominicana, encabezada por su embajador Darío Villamizar Herrera. Fue un encuentro cargado de música, tradición y una profunda muestra de identidad cultural que marcó oficialmente el inicio de la Navidad al estilo colombiano.

Desde que llegamos se respiraba un ambiente familiar y festivo. El embajador ofreció unas palabras de bienvenida destacando el valor de mantener vivas las costumbres, especialmente cuando se está lejos de la tierra natal. Esa introducción creó un ambiente respetuoso y emotivo que preparó al público para lo que sería una noche memorable.

Después, el maestro de ceremonia y DJ dio paso al primer grupo musical: una banda de rock colombiano que llenó el espacio de energía, ritmo y entusiasmo. La gente respondió con aplausos, movimientos y expresiones de alegría. Se sentía la unión entre dominicanos y colombianos disfrutando un mismo escenario cultural.

Sin embargo, el momento más esperado —y sin duda el más emotivo— llegó cuando subió al escenario un conjunto de vallenato. En cuanto el acordeón empezó a sonar, el público explotó en algarabía. Se levantaron celulares, se escucharon gritos de emoción, la gente cantaba, aplaudía y celebraba con una autenticidad que conmovía. Ese instante fue un verdadero testimonio de cómo una comunidad mantiene viva su esencia cultural sin importar la distancia. El vallenato, más que un género musical, funciona como un símbolo de identidad que une, emociona y reafirma las raíces de quienes lo llevan en la sangre.

En medio de esa celebración surgió una reflexión inevitable: ¿estamos los dominicanos cuidando de igual forma nuestra identidad musical? Mientras observaba la reacción del público ante el vallenato, pensé en nuestra música típica: güira, tambora y acordeón, símbolos fundamentales del merengue tradicional. Hoy, muchos jóvenes dominicanos crecieron sin conocer ese sonido. En numerosos barrios marginados, la música tradicional ha dejado de ser parte de la vida cotidiana. En su lugar predomina el reguetón, con letras que no siempre reflejan valores culturales y que terminan imponiéndose como lo “normal” para toda una generación.

La gran diferencia se revela en noches como esta. La comunidad colombiana demuestra que la cultura debe celebrarse, preservarse y transmitirse con orgullo. No basta con recordar que existe: hay que vivirla y compartirla. Nosotros en República Dominicana necesitamos impulsar acciones educativas y comunitarias que integren a los jóvenes en el conocimiento de nuestras tradiciones musicales. No podemos permitir que lo nuestro desaparezca, ni que la globalización y las modas arrasen con un patrimonio tan valioso.

Lo que viví esa noche junto a mi esposa fue mucho más que un evento social: fue una lección de identidad. Los colombianos mostraron cómo un pueblo puede mantenerse firme en sus costumbres, aun estando fuera de su tierra. Encender velitas no solo marcó el inicio de la Navidad; encendió también un recordatorio de lo importante que es proteger lo que somos.

Ojalá que, inspirados en este ejemplo, podamos encender también nuestras velitas culturales y trabajar para que la identidad dominicana continúe brillando con fuerza y orgullo en cada rincón del país.

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