26/07/2025
Crónicas de Poder

¿Un plan perfecto? No lo sabremos si no cooperamos

Ante el caos urbano que hemos normalizado en el Gran Santo Domingo, el plan RD se Mueve representa una bocanada de aire fresco… pero también un gran desafío colectivo. Podría ser el plan más ambicioso, el más técnico, el más estructurado… pero nada de eso bastará si seguimos alimentando al «experto» que todos los dominicanos llevamos dentro.

Ese experto de acera, de volante, de doble fila, de atajo improvisado. El que lo sabe todo, pero no respeta nada. El que exige soluciones sin estar dispuesto a ceder un mínimo de comodidad personal. El que critica las medidas porque lo atrasan cinco minutos, pero no mide los años que hemos perdido en el tráfico.

Este plan se diferencia de los anteriores porque está construido sobre estudios reales de origen-destino, análisis de tráfico, uso de inteligencia tecnológica y sincronización semafórica moderna. No es una improvisación ni una campaña mediática de temporada. Es un proyecto pensado para mejorar la movilidad urbana desde su raíz, con visión de ciudad.

La decisión de regular giros a la izquierda en avenidas congestionadas, de ordenar los horarios laborales, de eliminar los parqueos indebidos y de utilizar cámaras de fiscalización no son ocurrencias: son prácticas recomendadas en las ciudades que han logrado descongestionar sus calles. Lo que pasa es que aquí, cualquier intento de poner orden encuentra la resistencia de una cultura que lleva años construida sobre la informalidad y el «yo resuelvo».

Algunos han cuestionado que se contratara una firma extranjera para diseñar parte del plan. Yo creo que es justo pedir transparencia y explicar los contratos públicos, pero también debemos admitir que el desorden que tenemos no lo resuelve cualquiera. Ya lo intentamos con mil comisiones locales y buenos deseos. Esta vez se recurrió a un equipo técnico, especializado en movilidad urbana, con experiencia en grandes urbes. Y eso, en vez de criticarse, debería celebrarse.

Ahora bien, ningún plan sobrevive al escepticismo generalizado. Y ahí está el verdadero reto: que los ciudadanos crean, colaboren, esperen, respeten. Que el sector público actúe con coherencia, continuidad y firmeza. Que los agentes reguladores no sólo multen, sino orienten. Que los medios informen con responsabilidad. Que las autoridades no bajen la guardia después de los primeros tropiezos.

No es verdad que esto funcionará en tres semanas. Ni en dos meses. Esto es un proceso, y como todo proceso social, habrá errores, habrá incomodidades, habrá ajustes. Pero lo importante es no caer en la tentación de boicotearlo desde el principio sólo porque nos molesta o nos cuesta cambiar.

En las próximas semanas veremos más grúas, más agentes, más restricciones de giros, más quejas. Pero también, si cooperamos, empezaremos a ver mejor flujo vehicular, menos tapones sin sentido, y tal vez, si somos constantes, una nueva forma de vivir la ciudad.

Lo que sí no podemos seguir permitiendo es que el desorden tenga carta blanca, que el caos nos gane por cansancio, y que las soluciones mueran por falta de ciudadanía. Porque no se trata sólo del gobierno ni del Intrant ni de la DIGESETT. Se trata de todos. De cómo nos movemos, de cómo respetamos, de cómo entendemos que cada vez que violamos una norma, nos hacemos daño como colectivo.

En lo personal, prefiero ser parte del intento que parte del fracaso. Y sé que muchos piensan igual. Entonces, que no nos venza la desesperanza. Dejemos a un lado al «experto» que todos llevamos dentro y demos una oportunidad a la planificación, al orden y al bien común.

RD se mueve. Y si nos movemos con ella, quizá logremos, al fin, una ciudad más habitable, más racional, más humana.

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