Okay. He aquí el asunto. Finalmente El Despertar de la Fuerza, el séptimo capítulo de la saga Star Wars ha arribado a las salas de cine en todas partes, y no queda ya ninguna duda por despejar o expectativas por satisfacer.
El film llegó, venció y lo demás es historia. ¿Están todos satisfechos? A juzgar por los apabullantes resultados económicos, los fanáticos de la serie están de plácemes e incluso, los críticos norteamericanos casi en su totalidad consideran la película un triunfo indiscutible. ¿Acaso no lo es?
¡Ay de aquel que se atreva a insinuar lo contrario! Star Wars, tal vez como ninguna otra franquicia –posiblemente Harry Potter también –cuenta con una fiel legión de millones y millones de seguidores en todo el mundo, y dado el ímpetu y la ansiedad con la que estos esperaban un reencuentro con la serie y sus legendarios personajes; no era difícil de predecir entonces un triunfo arrollador de la película.
La pregunta obligada a continuación es la siguiente: ¿ha conquistado esta producción a la audiencia por sus propios valores, aciertos y alcances o por el contrario, el suyo ha sido más que todo un poco de aquello –at the right moment and the perfect time– entremezclado con un manipulador sentido de nostalgia, nunca antes mejor empleado?
Es ahí precisamente donde entra en juego la pegajosa frase ‘el despertar de la fuerza’… este título es ante todo un ardid para atraer a las masas.
Es cierto que la historia introduce dos nuevos personajes (Rey y Finn), o más bien tres, si incluimos el droid BB-8 (una genial creación concebida para seducir a los niños), pero mientras estos encuentran sus lugares y definen sus roles en la trama, en especial los dos primeros, el tiempo se agota y lo que nos queda entonces, puesto que no tienen el poder ni la jerarquía para llegar más lejos, es un intento muy válido y entretenido, pero no del todo contundente o satisfactorio.
Por el contrario, quien si tiene el ‘background’ y el rango para encabezar una real y genuina revelación/explosión, (Luke Skywalker), cuando llega el momento, es por supuesto demasiado tarde, y éste de todas formas, como consecuencia del traumático pasado que arrastra, se toma su tiempo en reaccionar.
Por fortuna, tanto Rey (Daisy Ridley) como Finn (John Boyega), se revelan como unos personajes carismáticos y más o menos bien desarrollados dentro de los parámetros del film. Ella sobre todo, como personaje central del relato, es una especie de Jedi en potencia y cumple con efectividad y arrojo con su papel.
El mayor problema de la película, además de un final poco convincente y deliberadamente un tanto ambiguo, es el hecho de que la trama nunca puede despojarse de la sensación de historia ya vista.
El Despertar de la Fuerza nos remite con tanta insistencia a los mismos temas, situaciones y subtramas ya abordadas en versiones anteriores que resulta hasta admirable reconocer cómo ha podido el guion mantener la coherencia cargando tan enorme fardo de referencias y cumplidos.
Por eso, uno aunque no quiera debe dar crédito al director y coguionista J.J. Abrams. El suyo ha sido un ingente trabajo que se funde entre el homenaje a George Lucas y la simple copia.
Al parecer la decepción con los tres capítulos anteriores fue tan grande, aquellos que Lucas designó como precuelas, en una hábil salida narrativa, que el director Abrams y sus guionistas optaron por una formula segura y así no cometer similares errores, tanto en el plano artístico como narrativo.
Como consecuencia, los aportes del film son limitados en el aspecto técnico, y la historia es un ‘collage’ de los primeros capítulos de la serie (o los intermedios como ustedes quieran llamarles).
Y es por ello, además, que en El Despertar de la Fuerza todo luce cuidadosamente estudiado, preciso y exento de excesos o giros inesperados que puedan ofender a la audiencia. En ese sentido, el mismo arranque de la película parece haber sido tomado de una de esas producciones.
Han pasado varias décadas desde el triunfo de la Republica, y esta se encuentra una vez más en desbandada luchando por su reincorporación. El Primer Orden, con un estamento militar tipo Hitler es quien rige, a sangre y fuego en las galaxias, mientras Luke Skywalker (Mark Hamill) está desaparecido. Y cuando digo desaparecido, es literalmente desaparecido.
Más sobre la saga: Star Wars: el despertar de una franquicia
De ese modo, en un planeta desértico, la persona menos esperada se convierte por casualidad o por accidente en la nueva heroína de turno. ¿Les suena parecido? Tal vez el aspecto más decepcionante de este séptimo capítulo de Star Wars es la carencia de frescura. Aunque el film se ve con agrado y entretiene, la trama es genérica y trillada, y la película en general a nadie impresiona. Hay un grupo de nuevos actores, pero casi todos parecen estar allí como implícitos relevos de los legendarios héroes y villanos del pasado.
El entrañable Han Solo de Harrison Ford, por cierto, se toma su tiempo en aparecer, pero cuando lo hace la película le pertenece a él. De regreso están también, Carrie Fisher ahora en un rol más bien decorativo, como la general Leia, y Chewbacca, C-3PO y R2-D2 pero no todos tienen un rol que jugar en la trama.
Un nuevo Darth Vader o la imitación de aquél y la espectral y gigantesca figura a la que Vader o más bien Kylo Ren (Adam Driver) que es su nombre aquí y compartes, veneran como Líder Supremo y de quien siguen órdenes, se reparten las funciones de villanos. Sin embargo, el primero a nadie atemoriza, a pesar de su aparente crueldad y arranques de rabia, y el ultimo tampoco deja la mejor impresión.
Ahora bien, no puede ocultarse que El Despertar de la Fuerza cuenta con una fluida puesta en escena, acertados toques de humor auto paródico y un sólido desempeño de la bonita y recién llegada actriz Daisy Ridley.
La música de John Williams aunque no aporta nada nuevo, cumple con su propósito de puntualizar y resaltar momentos claves de la narración. La obsesión con Star Wars es tan grande que tan solo el hecho de escuchar, una vez más en pantalla grande, las legendarias melodías que identifican la saga, se celebra con euforia como una gran victoria. Todo lo demás es extra o ganancia doble.
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