Inmisericorde e inmerecida, la muerte del alcalde Juan de los Santos crea al partido gobernante el riesgo de perder uno de los gobiernos municipales más grandes del país –y políticamente determinante en las elecciones generales de 2016- si no se maneja con inteligencia emocional.
Con poco más de 600 mil personas aptas para votar, en el municipio no hay espacio ni tiempo para experimentar con fórmulas bobaliconas, soluciones basadas en el sentimentalismo o complacer la ambición desmedida de núcleos sedientos de poder.
Antes que el cuerpo sin vida del malogrado alcalde se enfriara completamente, ya había gente armando como aves carroñeras las ecuaciones “convenientes” en busca de su tajada.
Así, desde convencer a Cristina Lizardo para que abdique de su plaza en el Senado y busque la alcaldía, ensayar a la espera de un voto de luto con la viuda del alcalde Berlinesa Franco y tomar en cuenta al asistente de De los Santos, Luis Henríquez, son recetas mencionadas.
Lizardo es –desde mi óptica- una mujer idónea, exitosa en términos de captura de votos en la provincia Santo Domingo, buena senadora, una señora “friendly” que venció el cáncer de mama y que – me imagino- aprecia su paz interior que no hallaría en un escenario tan presionante y complejo.
¿Con Cristina no se estaría tapando un hueco y abriendo otro? ¿Quién garantiza a PLD retener a senaduría por la provincia Santo Domingo?
Franco –que no es política ni por asomo- sólo tendría como plataforma la emoción colectiva por una pérdida irreparable que, sin embargo, no será la misma seis meses después. Henríquez parece tener su boleto asegurado para ocupar una curul en la Cámara de Diputados. Y como no es lo mismo que aspirar a alcalde, podría quedarse sin pito ni flauta en el camino.
Juan López, armador, técnico, conocedor de las intríngulis de la gestión municipal y del trabajo de base, es otro nombre curtido en la secretaría general del ayuntamiento. Lo prudente sería una encuesta en la que entren todos los mencionados para determinar qué desea Santo Domingo Este. Lo peor sería la “dedocracia” o una selección por capricho. La oposición se frotaría las manos.
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