08/02/2025
Crónicas del Alma

¿Por qué nos hacemos daño?

A menudo, las personas mantienen hábitos, relaciones o dinámicas que, aunque reconocen como perjudiciales, no logran abandonar. Este fenómeno, que puede parecer contradictorio, tiene raíces profundas en la psicología y la biología humanas. Comprenderlo implica analizar no sólo los patrones de pensamiento consciente, sino también las emociones subyacentes y los mecanismos cerebrales que nos llevan a repetir lo que nos daña.

Uno de los factores clave es el anclaje emocional al pasado. Muchas personas permanecen en relaciones tóxicas o patrones destructivos porque, de alguna manera, estas situaciones les resultan familiares. Aunque generen dolor, ofrecen una sensación de pseudo seguridad psicológica basada en la repetición de lo conocido. El cerebro humano, diseñado para priorizar la supervivencia, suele preferir lo predecible a lo desconocido, incluso cuando esto último podría ser más beneficioso. 

Otro aspecto es la influencia de la química cerebral. Hábitos dañinos como las adicciones, el autosabotaje o las relaciones disfuncionales activan circuitos neuronales de recompensa que generan una liberación de dopamina, la hormona asociada al placer. Este mecanismo refuerza el comportamiento, creando un ciclo difícil de romper. Incluso cuando una persona sabe racionalmente que estas conductas son perjudiciales, la sensación de recompensa inmediata puede superar la lógica. 

Las creencias limitantes también desempeñan un papel crucial. Muchas veces, las personas permanecen en dinámicas dañinas porque creen, consciente o inconscientemente, que no merecen algo mejor. Estas creencias suelen originarse en experiencias tempranas que moldearon la autoestima y las expectativas sobre el amor, el éxito o el cuidado personal. Romper con estas ideas requiere un proceso profundo de autoconocimiento y reprogramación mental.

Por último, está el miedo al cambio. Salir de una zona de confort emocional implica enfrentar la incertidumbre, y esto puede generar ansiedad o paralización. Aunque el cambio sea positivo, el cerebro tiende a percibirlo como una amenaza. Es por eso que muchas personas eligen permanecer en situaciones dañinas antes que afrontar la posibilidad de un futuro desconocido, pero potencialmente liberador.

Reconocer estas dinámicas es el primer paso para romper con los patrones que nos dañan. No se trata únicamente de un cambio racional, sino de aprender a gestionar las emociones y reentrenar el cerebro para buscar formas más saludables de satisfacción y conexión. El camino hacia la sanación requiere paciencia, autocompasión y, en muchas ocasiones, apoyo externo para redescubrir el propio valor y abrazar una vida más plena. Si te encuentras en esta situación y no has podido romper el ciclo, te invito a considerar la posibilidad de buscar ayuda profesional de un psicólogo clínico.

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