27/11/2025
Notas al Vuelo

No desperdicies tus fuerzas en lo que no es tu propósito

A veces las verdades más grandes no llegan en un grito, sino en un susurro. La frase “No desperdicies tus fuerzas en lo que no es el propósito que Dios tiene para ti” no la leí en un libro, ni me la dijo alguien en una conversación solemne. Me llegó mientras tenía las manos llenas de tierra, plantando suculentas en distintas macetas, tratando de respirar hondo después de una semana donde el cuerpo y la mente decidieron detenerme.

Mi doctora me había recomendado la jardinería como ejercicio de relajación durante mi licencia médica. Estrés, presión, agotamiento… síntomas de una lucha silenciosa contra lo que no me correspondía cargar. Yo insistía en sostener expectativas ajenas, en complacer, en resistir presiones que no eran parte del propósito que Dios (la vida, el universo, la energía que me sostiene) había trazado para mí. Y al final, fue la misma vida la que me obligó a bajar la velocidad.

Ese día, entre plantas, sentí que algo dentro de mí se acomodaba. El silencio del patio empezó a hablarme. Y esa frase, plantada como una semilla dentro de mi cabeza, comenzó a crecer.

Porque lo cierto es que el agotamiento más peligroso no es físico: es espiritual. Es ese cansancio que aparece cuando te desvías del camino que te pertenece para caminar el de otros. Cuando te dejas arrastrar por batallas que no son tuyas. Cuando fuerzas situaciones que ya dieron todo lo que tenían que dar. Cuando terminas drenado, no por trabajar, sino por luchar contra la corriente de tu propio destino.

Yo lo entendí tarde, pero lo entendí: la vida te avisa, Dios te avisa. Primero con pequeños gestos; después, con señales más fuertes; y si decides ignorarlo, con un stop absoluto que te obliga a escuchar. El mío llegó disfrazado de licencia médica.

Y en ese descanso obligatorio descubrí que uno no se quiebra por falta de fuerza, sino por invertirla donde nunca debió estar. Lo que cansa no es darlo todo; es darlo donde tu espíritu se apaga. Lo que mata no es el esfuerzo; es la desconexión.

Mientras arrancaba hojas secas, pensé en cuántas veces insistimos en mantener vivas situaciones que ya no florecen. Y entendí que soltar no es rendirse: es crear espacio para que lo nuevo respire.

Desde entonces, me repito esta frase como un recordatorio personal: no deposites tu energía donde ya no sientes propósito. No insistas donde eres drenado. No permitas que quienes buscan agotarte tengan éxito. Tu fuerza es un recurso sagrado, que no merece desperdiciarse en lo que solo te desvía de tu dirección.

Hoy lo tengo un poco más claro: cuando caminas alineado con lo que Dios, la vida o el universo disponen para ti, incluso el cansancio tiene sentido. Pero cuando te apartas, ni el descanso logra repararte.

Así que atención: tu alma siempre sabe dónde florece. No desperdicies tus fuerzas donde no hay tierra fértil para ti, donde tu propósito no respira, donde tu espíritu no encuentra hogar.

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