El merengue necesita de iniciativas puntuales que revitalicen su propuesta, sobre todo de las orquestas tradicionales que cargan sobre sus hombros el peso y la responsabilidad de conservar una audiencia diezmada, que espera de sus principales exponentes más que buenas razones para seguirle los pasos en sus circuitos tradicionales.
Y para cualquier artista, volver al Jet Set, la discoteca por excelencia en Santo Domingo, es motivo para renovar votos con los fanáticos, oportunidad que no todos aprovechan.
El pasado lunes, la cita de costumbre en el referido centro de diversión propiedad del empresario Antonio Espaillat, era con el carismático merenguero Héctor Acosta, que en esta ocasión puso en marcha el proyecto «La noche del bailador» y dio una vuelta de torta a su repertorio para privilegiar sus clásicos a punta de merengue, revitalizados con sus nuevas canciones.
Luego de una promoción reforzada que antecedió su regreso a Jet Set (que incluyó publicidad ambulante en varios puntos de la capital), su presentación logró una respuesta muy favorable, según los reportes dados a conocer por su oficina. Los asistentes disfrutaron de una noche memorable con el amplio repertorio de éxitos de una agrupación musical diseñada para bailar.
«La noche del bailador» inició con buen pie y el interés de Héctor Acosta es llevar este proyecto por algunas ciudades importantes del país, para que el público tenga la oportunidad de disfrutar de un cancionero de sus mejores merengues y, al mismo tiempo, naturalmente, bailar hasta que salga el sol.
El baile del pasado lunes abrió a partir del despliegue de un cartelón en la embocadura del escenario, que pedía detener la violencia, mensaje donde El Torito pone de relieve su preocupación social.
Con una agenda regular que lo mantiene fuera de República Dominicana durante buena parte del año, Héctor Acosta tomó el Jet Set para medir el pulso de su salud artística entre sus seguidores y, a tomar en cuenta por la acogida de este último show, sigue galopando sin contratiempos y con el entusiasmo de seguir volando una cerca cada vez más alta, sobre todo para los merengueros.
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