Viajar es una forma de nutrir el cerebro y enriquecer el espíritu. Recorrer kilómetros en tu propia tierra es doblemente gratificante. Hay quienes no aprecian, en su justa consideración, la diversidad de clima, atractivos geográficos y calidez que caracterizan esta media y a su gente. Partir desde Santo Domingo en ruta hacia María Trinidad Sánchez, a primera hora de la mañana cuando todavía se siente la caricia del rocío de la madrugada, me permite experimentar una sensación que reafirma la belleza y las bondades de nuestra tierra.
Atravesar el país por la autopista Nordeste alucina la imaginación. El verdor que se aprecia durante casi todo el trayecto es una muestra de la fertilidad de la tierra, del empeño de quien siembra para cosechar alimentos y productos que luego se distribuyen allá, aquí y dondequiera. Los puestos del comercio informal sugieren una parada para aprovechar el incomparable queso de hoja, tan fresco que se deshace en la boca. Dulces, víveres, aguacate, maíz, leche, yogur, todo recién elaborado y cosechado.
A través de estos recorridos descubrimos lo que somos. Así como para saber hay que tirar páginas para la izquierda –y viceversa, cuando releemos lo leído–, es el kilometraje del equipaje que posibilitará conocer el río, la playa, el distrito municipal, el restaurant con sazón a la criolla que desconocíamos. La cuarta entrega de #AcroarteEnRuta, que antes me llevó a Santiago de los Caballeros, San Juan y El Seibo, privilegió a María Trinidad Sánchez, provincia que acoge los municipios de Nagua, Cabrera y Río San Juan.
La misión de este programa, instituido por la Asociación de Cronistas de Arte, es promover las bondades naturales, la gastronomía y entrar en contacto con los museos y monumentos de cada una de las 31 provincias que componen la división política del país. Hacerlo en compañía de los miembros de la institución permite la integración, cada vez más acentuada, entre los directivos y los demás asociados. Es sin lugar a dudas una aventura que sintetiza el amor que se manifiesta cuando se entra en contacto con la ruralidad, lo sencillo, el deseo de servir del anfitrión.
Desde aquel primer viaje a Santiago de los Caballos que oficializó el programa turístico, cada anfitrión redobla los esfuerzos con el deseo de superar al anterior. Abel Martínez, entonces alcalde del «primer Santiago de América», no escatimó para que los acroartistas recorrieran a cuerpo de rey la ruta de los murales y otros atractivos de la ciudad –como el Centro León–; Hanoi Sánchez, en ese momento también alcaldesa de San Juan, le dejó la vara bien alta al senador Santiago Zorrilla (El Seibo). Y los tres concluyeron la jornada satisfechos con el rol que conlleva recibir periodistas y comunicadores que luego hacen una labor de promoción a sus respectivos destinos.
Esta vez tocó al senador Alexis Victoria Yeb, reelegido en las pasadas elecciones por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) como el más votado entre todos sus compañeros y todos los demás. Conocía el desafío, y la ruta por la que enrumbó a los convidados nos llevó al distrito municipal Las Gordas donde se levanta la casa donde vivía Tatico Henríquez, exponente por excelencia del merengue típico. La agenda incluyó visita a la acogedora laguna Dudú, recorrido por la laguna Gri Grí, con un recibimiento a ritmo de música típica en el parque María Trinidad Sánchez, donde se erige la estatua de la heroína.
Guiados por el propio senador Victoria Yeb, respaldado por un equipo eficiente, atento y dedicado, el recorrido incluyó visita a las playas Grande, Arroyo Salado y Los Gringos, el malecón de Nagua, que está en construcción y el muelle pesquero. Todo eso aderezado con una gastronomía auténtica, orgánica y en su punto. Quien no conoce sus propias riquezas vive empobrecido de espíritu. ¡Qué país mi país! ¡Que Acroarte siga por esa misma ruta!
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