Podemos afirmar sin temor al equívoco que nuestro mundo está hiperconectado, pues las pantallas están presentes en todos los aspectos de nuestra vida, los padres enfrentan un desafío cada vez mayor: proteger la salud mental de sus hijos frente al uso excesivo de dispositivos electrónicos. La exposición prolongada a pantallas, que incluye smartphones, tablets, televisores y videojuegos, está generando una creciente preocupación entre expertos en salud mental y pediatría.
El uso excesivo de pantallas en la infancia se ha convertido en un tema de creciente preocupación. Diversos estudios y expertos advierten sobre el impacto que esto puede tener en el desarrollo físico, emocional y cognitivo de los niños. Las primeras etapas de la vida son fundamentales para el desarrollo del cerebro, un órgano que se moldea a través de la interacción con el entorno. Cuando un niño pasa largas horas frente a una pantalla, se reduce significativamente el tiempo dedicado a actividades esenciales como el juego creativo, la lectura o la socialización, que son clave para un desarrollo cerebral equilibrado.
Se ha observado que la exposición temprana a dispositivos digitales puede generar efectos negativos en la atención y en la capacidad de regular las emociones. Las pantallas están diseñadas para capturar y mantener la atención mediante estímulos rápidos y colores brillantes, lo que puede contribuir a una disminución de la capacidad de concentración en tareas más lentas o profundas. Además, el cerebro infantil, en proceso de formación, es particularmente vulnerable a desarrollar una relación de dependencia con estas tecnologías, afectando la forma en que los niños manejan el aburrimiento y fomentan su capacidad de introspección. En consulta en la actualidad varios colegas y yo vemos con preocupación creciente la cantidad de niños y adolescentes que sufren los efectos en carne propia.
No debemos olvidar el impacto en el bienestar físico. La sedentarización asociada al uso prolongado de pantallas está relacionada con un aumento en los problemas de obesidad infantil, así como con alteraciones en los ciclos de sueño. Estas problemáticas no solo afectan al desarrollo inmediato, sino que pueden tener consecuencias en la salud a largo plazo.
En este contexto, es vital que las familias se planteen límites claros y conscientes respecto al uso de dispositivos electrónicos. Por lo tanto, mi recomendación profesional a los padres puede resultar controversial: «Nada de pantallas o dispositivos personales antes de los 12 años». Entre los 12 y los 15 años recomiendo una introducción gradual y supervisada por adultos con horarios restringidos y control parental en la conexión a internet.
Y dependiendo el grado de madurez a los 15 años puede tener el primer dispositivo personal (tablet o celular) con reglas claras, supervisión y acompañamiento constante de sus padres. Muchos padres al escuchar mi recomendación me informan que las instituciones educativas promueven el uso de los dispositivos en edades tempranas, a lo que les respondo que deben desconfiar de una institución educativa que desconozca el impacto de éste en la infancia y no les preocupe el bienestar mental de sus alumnos. Ustedes como padres deben tener la última palabra en el cuidado de la salud mental, emocional y física de sus hijos, pues las consecuencias les afectarán a toda la familia. Busquen información al respecto ¡Ustedes deciden!
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