26/06/2025
Notas al Vuelo

¿Cuál ha sido el mayor regalo de haberte mantenido fiel a ti mismo?

Pocas cosas requieren más coraje que serte fiel cuando el mundo espera otra versión de ti. Cuando lo más cómodo sería adaptarte, callarte, ceder, pero algo dentro, no sabes bien qué, te pide quedarte. Quedarte contigo. 

Ser fiel a uno mismo no es una pose romántica, es un acto silencioso de resistencia diaria. Y aunque muchas veces implica perder: oportunidades, vínculos, lugares, incluso pertenencias… Lo que se gana pesa más. Porque lo auténtico no siempre es lo más celebrado, pero sí lo que más paz deja.

En ese camino de lealtad a uno mismo he aprendido que el mayor regalo es la coherencia. Caminar sabiendo que lo que piensas, lo que sientes y lo que haces se alinean. No hay conflicto interno más desgastante que traicionarte. Y no hay alivio más dulce que dormir sabiendo que no te negaste por encajar. 

El otro gran regalo ha sido la conexión con quienes vibran parecido. Al tú no fingirte, atraes lo que también es verdad. Gente que no te exige disfraces. Espacios donde no tienes que disculparte por ser. Lugares donde tu energía no se estira ni se reduce para caber. 

Ser fiel a uno mismo también ha traído soledad, sí. Pero no esa que pesa, sino la que enseña. La que limpia el ruido y te deja frente al espejo para que te reconozcas, sin decoros. Esa soledad que no aísla, sino que acompaña. 

Hoy puedo decir, sin dramatismos, que lo más bonito que me ha dado serme fiel es pertenecerme. No vivir fragmentado, ni en deuda con mis decisiones. Ser mi lugar seguro. Saber que, si todo falla, yo no me soltaré. 

Porque la vida no se trata de ser el favorito de todos, sino de no fallarte a ti. Y eso, aunque no lo sepa el mundo, es un regalo inmenso.

Mantenerse fiel a uno mismo es también apostar por el camino largo. El que no siempre tiene aplausos inmediatos, pero sí cimientos reales. Es aceptar que tal vez tardes más en llegar, pero cuando llegues, será a un lugar donde sí quieres quedarte. Un lugar donde no tienes que representar ningún personaje para ser amado. Solo ser tú, con tus luces, tus dudas, tu historia.

Ahí, justo ahí, empieza la verdadera libertad. Esa que no depende de lo externo. Esa que no se compra, no se hereda, no se improvisa. Se construye, paso a paso, siendo tú, incluso cuando duela.

Comentarios