Aunque los analistas políticos proyectan como parte de sus teorías que la sociedad y el mundo están listos para recibir a más mujeres como presidentes de una nación, en la práctica los resultados reflejan otra realidad.
Las recientes elecciones de Estados Unidos, por ejemplo, evidencian que aún falta mucho camino por recorrer. No obstante, el perfil de Kamala Harris, una política de arraigo, con liderazgo evidente en lo interno y externo y preparación sobrada, aunque un grupo de ciudadanos estadounidenses apoyaron su propuesta, no logró superar al expresidente electo Donald Trump, quien pese a enfrentar situaciones con la justicia por casos que incluye temas de abuso a mujeres, su popularidad se mantiene intacta.
Como candidata, Kamala venció los estereotipos propios de ser mujer, afroamericana y de ascendencia india, para convertirse en candidata de los demócratas, aunque en condiciones que tal vez no fueron las mejores, dado que fue el resultado de la presión de los ciudadanos, seguidores republicanos y dirigentes del partido oficial para que Joe Biden abandonara por la buena, su intención de reelegirse pese a que presentar situaciones de salud que ya han sido más que evidentes, propias de la edad.
Ella es la primera mujer y la primera afroamericana y de ascendencia india en ocupar la vicepresidencia y la funcionaria elegida de más alto rango en la historia de los Estados Unidos. Antes, desde 2017 hasta 2021, fue la primera senadora indo estadounidense de los Estados Unidos, representando a California.
Previamente a su elección al Senado, ejerció como fiscal general de California entre 2011 y 2017. Su mandato finalizará el 20 de enero de 2025, tras perder las elecciones presidenciales de 2024 frente a Donald Trump.
Ojalá que esta derrota no contagie de manera negativa a las tantas mujeres políticas del mundo, sobre todo, aquellas que representan sociedades más tercermundistas como la nuestra, para dejar de lado la militancia partidaria y su incursión en un quehacer que necesita de más gente comprometida con el bienestar común.
Existía la esperanza de que la posible victoria de Kamala pudiera servir de estímulo para que en naciones donde aún ha sido imposible que una mujer ocupe el mandato presidencial, sucediera, no obstante, toca esperar porque en este primer intento no fue posible.
La lección de Hilary, ante lo que pudiera ser un desgaste en su intención de ir por la Presidencia de su país fue retirarse a otros asuntos en los que se siente comprometida y a los que quiere dedicar sus días.
Esperamos que Kamala no baje la guardia ante esta derrota, sabiendo que en una contienda electoral hay dos opciones, o se pierde o se gana. Sería importante que tome como referencia a esos líderes políticos que decidieron insistir conociendo cada vez más sus debilidades y trabajando aún más sus propuestas y lograron el triunfo en un segundo intento y hasta en un tercero.
Solo hay que esperar que este nuevo período de Donald Trump no esté matizado por conflictos o guerras que se pueden evitar, por el fomento del odio y la discriminación, y sobre todo que logre mantener la economía estadounidense a flote para el bien de todos.
Kamala Harris hizo un gran trabajo pese a llegar al ruedo faltando tan poco para las elecciones y los demócratas deben sentirse orgullosos de ello.
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