El desarrollo del sistema político –con los partidos como entes protagónicos- es fundamental para el avance institucional, económico y social de una nación.
Cuanto más atrasado es el primero, menos posibilidades tiene un país de despojarse de las telarañas del atraso.
Al fin y al cabo, son los políticos quienes ponen en marcha las decisiones de Estado que impactan en la vida de la gente y influyen en la definición del rumbo de la sociedad.
Si la economía crece, como un efecto lo hace, y la inequidad no varía o empeora, es porque los hacedores de políticas públicas –que son los políticos- así lo han querido.
Lo mismo ocurre con la asignación de recursos y la aplicación de reformas en áreas muy relacionadas con la calidad de vida.
Mientras la República Dominica no salga del atraso político y de esa desregulación que permite actuar sin controles ni sanción, el desarrollo será una palabra hueca.
Los patrones de comportamiento en los partidos políticos son cada vez peores y la vocación por el asalto al Erario, más que evidente, sigue trazando la agenda y el interés de muchos entes en el mundo político.
Quiero rescatar una reflexión de 2007, vertida en las páginas del desaparecido semanario Clave, donde nació Vía Contraria. Se trata de cinco condiciones que garantizan el éxito político en el país. Cito:
- No estudie. Eso quita tiempo para prácticas más productivas, como enrolarse en un cargo público y robarse un dinero para formar la plataforma financiera del proyecto político.
- Apueste al desorden.Recuerde que usted es un pescador que sólo gana en mar revuelto.
- Compre voluntades.No olvide que los votos son mercancía y debe reunir los medios de pago para comprar todos los que requiera.
4.- Sea chabacano. No sea fino en el uso del lenguaje, no intente mostrar dotes intelectuales, ni de aceptar debates para exponer cómo encarará los problemas del país. Resuelva repartiendo papeletas y si las lanza desde el aire, mejor.
5.- Olvide las reglas de la democracia. Rómpale, literalmente, el pezcuezo a los contrarios. Se acordará de mí cuando esté sentado en la poltrona palaciega.
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