La gélida brisa que bajaba el termómetro de la metrópolis a temperaturas por debajo del punto de congelación, no fue óbice para que el aforo a casa llena dejara plasmado el enorme cariño que publico, autoridades y otros artistas dispensaban a la leyenda viva de la canción romántica.
El evento comenzó con Tony Bravo, un joven de admirables condiciones, quien motivo al público con una serie de popurrís en diferentes géneros que demostraban sus facetas artísticas. De inmediato apareció el Niche, Fausto Rey. Haciendo ostentación de su voz prodigiosa conecto con el público al compas de sus grandes éxitos que en los años ´70 y ´80 lo convirtieron en uno de los grandes ídolos de la época.
Desde Las Canarias exclusivamente para este homenaje llego Braulio. Con esa calma característica del español degustando un sabroso caldo gallego ofrece una rica entrada con «Juguete de nadie» coreada a plenitud por la sala. Le toca hablar y se explaya en elogios hacia «su compinche», contertulio de tragos y confidente de vivencias nocturnas.
Llegó el momento del tributo. Un impresionante opening usando elementos fílmicos del proceso medico al cual fue sometido el artista y el resultado positivo obtenido, dio inicio al show con «Yo», la cara de presentación musical que describe fielmente el espíritu libertario de Ríos. A partir de ese momento sus canciones y vivencias se entrecruzan en un dialogo musical y espiritual con un público que no define si lo quiere oír cantando o hablando.
Un extraordinario sistema de luces diseñado y programado con colores que describen los aires románticos de cada canción, con proyecciones especiales en pantallas led distribuidas en todo el escenario y una línea gráfica basada en la historia de cada tema, marcaron este renacer de Anthony Ríos.
A mitad de show el homenaje. Los doctores Ramón Tallaj y Eliezer Guzmán entregan un trofeo y un pergamino donde el Montefiori Inspired Medicine y el Centro Médico Dominicano dejan testimonio de su felicidad por ser Ríos un sobreviviente de operación a corazón abierto, mientras que Spice Rodríguez en representación del congresista Charles Rangel le entrega el certificado de reconocimiento del Congreso de los Estados Unidos.
El espectáculo debe continuar. A partir de ese momento Anthony hace acopio de su arsenal musical y expone uno tras otros sus grandes éxitos: «La Mancha», «Imaginación», «Si entendieras», «Comprender más», «Si usted supiera señora», «Fatalidad», y muchos más, acompañados por una fabulosa orquesta dirigida por Víctor Taveras. Al final, la sala de pie, con aplausos y vítores le exige al cantante que retorne y este henchido de felicidad complace a todos con «La canción del adiós».
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