«Estás exagerando», «eso nunca pasó», «deberías estar agradecida». Frases como estas, aparentemente inofensivas, pueden esconder una forma insidiosa de manipulación emocional conocida como gaslighting. Este término, tomado del cine clásico, describe una forma de abuso psicológico en la que una persona hace dudar a otra de su propia percepción, memoria o cordura, erosionando lentamente su confianza interna y su estabilidad emocional.
En mi consulta, he podido observar que el gaslighting no siempre se presenta de forma explícita o violenta. De hecho, una de sus características más peligrosas es precisamente su sutileza. Llega disfrazado de consejos, de bromas, de preocupación. La persona que lo ejerce suele colocarse en un rol de aparente superioridad emocional o racional, invalidando continuamente la experiencia emocional del otro.
Al consultorio llegan personas profundamente confundidas. Narran episodios de su vida en los que sintieron tristeza, enojo o desconcierto, pero cuando expresaron esas emociones, fueron inmediatamente descalificadas: «Eso no fue así», «no tienes motivos para sentirte mal», «estás loca». Con el tiempo, estas personas comienzan a desconectarse de sus emociones reales, a dudar de sus recuerdos, y lo que es más grave, a perder la brújula interna que les permite interpretar la realidad de manera autónoma.
Desde el punto de vista psicológico, el gaslighting daña de forma directa la autoestima y la identidad. El cerebro humano necesita coherencia entre lo que percibe y lo que cree, y cuando esa coherencia se quiebra repetidamente, se activa una respuesta de estrés crónico que afecta no solo a nivel emocional, sino también fisiológico. La persona entra en un estado de hipervigilancia, tratando constantemente de «leer» el entorno para adaptarse y evitar conflictos, en lugar de conectar con lo que verdaderamente siente o piensa.

Una frase que comparto frecuentemente con mis pacientes es: «Tu emoción es válida, aunque los demás no la entiendan». En contextos de gaslighting, las emociones del otro son tratadas como si fueran exageraciones, errores o incluso debilidades. Se anula el derecho a sentir, y con ello, la posibilidad de poner límites saludables.
He podido observar que quienes han estado expuestos durante mucho tiempo a este tipo de manipulación emocional, suelen presentar síntomas similares a los de un trastorno de estrés postraumático complejo: ansiedad persistente, dificultad para tomar decisiones, miedo a hablar, sentimiento de inutilidad y una constante necesidad de validación externa. Y es que el gaslighting no destruye de golpe, sino que erosiona, desgasta, y mina la conexión con uno mismo.
La salida de esta dinámica empieza por el reconocimiento. Identificar que uno ha sido manipulado no es sencillo, en parte porque la duda ha sido sembrada desde dentro. Pero cuando la persona empieza a recuperar la confianza en su propio criterio, cuando se permite validar su historia y ponerle nombre a lo vivido, comienza un proceso profundo de sanación.
En ese camino, la psicoterapia juega un papel esencial. No solo ofrece un espacio seguro donde reconstruir la percepción de la realidad, sino que también ayuda a identificar patrones y reforzar los propios límites. A menudo, quienes han vivido gaslighting tienen un alto nivel de empatía y una baja autoafirmación, lo que los vuelve más vulnerables a este tipo de manipulación. Fortalecer estas áreas se convierte entonces en una tarea clave del proceso terapéutico.
Educar sobre el gaslighting es urgente. No solo para quienes lo sufren, sino también para prevenir su reproducción inconsciente en relaciones cercanas. Porque todos, en algún momento, podemos caer en la tentación de minimizar o desacreditar la emoción ajena. Aprender a escuchar, validar y acompañar desde el respeto es uno de los antídotos más poderosos contra esta forma de violencia invisible.
El gaslighting no siempre grita, pero siempre duele. Y reconocerlo es el primer paso para recuperar la voz propia y reconstruir, desde el respeto, una relación más sana con uno mismo y con los demás.
¿Te has detenido alguna vez a pensar si tu realidad ha sido negada más de una vez por alguien cercano? Esa pregunta puede ser el inicio de una importante liberación.





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