18/01/2025
Crónicas de Poder

Modificación de Ley 225-20: una solución pendiente

El proyecto de ley que busca la modificación de la Ley 225-20 sobre Gestión Integral y Coprocesamiento de Residuos Sólidos es, sin lugar a dudas, un paso significativo hacia la sostenibilidad financiera de los ayuntamientos de la nación y un avance crucial en la resolución definitiva de un problema que ha afectado por décadas a nuestras comunidades: la gestión de los residuos sólidos. La noticia de que los ayuntamientos recibirán ingresos adicionales sin intermediaciones y con un enfoque especializado marca un hito en la autonomía financiera de estas instituciones y fortalece su capacidad para atender de manera eficiente y sostenible las necesidades de sus comunidades.

El esquema propuesto contempla la transferencia directa de recursos a los gobiernos locales, lo que elimina procesos burocráticos y asegura que los fondos lleguen íntegramente a las entidades responsables. Este modelo representa un cambio estructural que incrementa los ingresos de los ayuntamientos y los orienta hacia un uso específico y vital: la recolección, barrido y disposición final de los residuos sólidos. Estos ingresos, que provendrán del Fideicomiso de Residuos Sólidos y serán calculados en función de la población de cada demarcación, garantizan una fuente de financiamiento recurrente y estable para los ayuntamientos, lo que fomenta una mayor planificación y eficiencia en el manejo de los desechos.

En una época en la que la gestión de los residuos sólidos ha escalado a uno de los principales desafíos ambientales y de salubridad pública, contar con un esquema que dote a los ayuntamientos de recursos especializados es una noticia alentadora. La independencia financiera que este proyecto de ley otorga a los gobiernos locales les permite atender con mayor diligencia un problema que afecta tanto la calidad de vida de la población como el atractivo turístico y la imagen del país. El acceso directo a estos recursos reduce la dependencia de transferencias discrecionales o acuerdos interinstitucionales, consolidando la capacidad de los ayuntamientos para implementar soluciones a largo plazo.

No obstante, es fundamental reconocer que este avance debe ser acompañado de un proceso de discusión y consensos con los principales actores involucrados en la gestión de residuos. Las empresas privadas que prestan servicios de recolección, los ciudadanos, las organizaciones ambientales y los mismos ayuntamientos deben tener una participación activa en la elaboración y ajuste de las disposiciones finales de la ley. Sólo mediante un diálogo amplio y transparente se podrá garantizar que las medidas adoptadas sean sostenibles y justas, evitando que estas decisiones generen un impacto desproporcionado en los bolsillos de los contribuyentes.

El equilibrio es una de las claves del éxito de este proyecto de ley. Por un lado, se requiere garantizar que los recursos asignados a los ayuntamientos sean suficientes para cubrir de manera adecuada las necesidades de la gestión de residuos. Por otro lado, es imperativo salvaguardar la economía de los hogares, sobre todo en un contexto en el que los costos de vida ya representan un desafío para muchas familias dominicanas. Las medidas tributarias o las contribuciones adicionales deben ser razonables y proporcionales, asegurando que el peso de esta transformación sea compartido de manera equitativa entre todos los actores del sistema.

Este proyecto de ley también abre la puerta a la modernización del sistema de gestión de residuos en el país. El enfoque especializado de los fondos permite que los ayuntamientos inviertan en tecnologías más eficientes, en la capacitación de su personal y en la sensibilización de la población sobre la importancia de reducir, reutilizar y reciclar. Además, brinda una oportunidad única para fomentar la creación de empleos verdes, dinamizando la economía local y fortaleciendo el compromiso del país con los objetivos de desarrollo sostenible.

A pesar de los beneficios evidentes que este proyecto de ley promete, es crucial que los procedimientos legislativos se lleven a cabo con el rigor y la transparencia que exige una reforma de esta magnitud. La aprobación acelerada, sin el debido análisis y debate, podría generar resistencias y malentendidos que comprometan el éxito de la iniciativa. Es responsabilidad de los legisladores garantizar que todos los sectores involucrados sean escuchados y que se alcancen acuerdos que reflejen el interés colectivo.

Creemos firmemente que la modificación de la Ley 225-20 representa una oportunidad invaluable para resolver de una vez por todas el problema de los residuos sólidos en la el país. Dotar a los ayuntamientos de recursos sostenibles y especializados fortalece su autonomía y establece las bases para una gestión ambientalmente responsable y socialmente justa. Es una noticia que debe celebrarse, pero también debe ser tomada con la seriedad que amerita, asegurando que las decisiones tomadas hoy sean sostenibles y beneficiosas para las generaciones futuras. Con un proceso de implementación adecuado, esta reforma podría convertirse en un modelo para otros países de la región y un paso decisivo hacia un futuro más limpio y sostenible.

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