El biopic es un género cinematográfico difícil, arriesgado, que cuando se trata de una opera prima –como es el caso– puede definir en una u otra dirección la carrera de un director. Para el cine dominicano, es todavía más complicado y artísticamente trae dilemas que ponen en juego la honestidad de quien dirige, todo ello porque es casi parte de nuestra cultura que «todos somos buenos» y si un artista es objeto de una película biográfica, se tratará de imponer el lado bueno y bonito de las cosas. Así los casos.
Tabaré Blanchard, un director curtido en el mundo del videoclip, con ocho nominaciones a Premio Soberano y ganador en el 2010 en esa categoría de una estatuilla por su trabajo «Dime si lo ves» de Pavel Núñez, no tuvo esos dilemas, por lo menos en la primera de las tres entregas de Veneno. Primera caída. El relámpago de Jack. La película es el resultado de un trabajo cocinado a fuego lento, madurado en el lapso de un lustro cuando su guionista Ricardo Bardellino se le ocurrió la idea y empezó a caminar los pedregosos caminos que suponen asumir un proyecto de arte, aunque el tema y el personaje podría sugerir otra cosa.
La Primera caída gana mucho –y tiene la ventaja– de eso, ser el primer capítulo. Asistimos al cuento contado de una historia que va revelándonos el nacimiento de una estrella que trascendió el «teatro deportivo», como prefiere llamarle el guionista a la lucha libre. Blanchard y Bardellino lucharon en pareja para concebir al bueno y al malo, antagonismo que no se manifiesta hasta el fotograma final, como tenía que ser.
En sus videos, Tabaré hizo su pasantía, pero también hizo la tarea. Aprendió, bebió de la fuente musical que inspira las trepidantes historias de, por ejemplo, Quentin Tarantino. Guarden ustedes las distancias. La música en Veneno juega un rol al extremo importantísimo, si bien nos pareció a ratos estridentes y muy por encima de lo conveniente, la selección se apega a la atmósfera gris, terrorífica y gótica que predomina en la producción.
El argumento está muy bien contado, recreado y delineado. El guión parte de la premisa que influenció a Jack cuando era niño para convertirse luchador: viendo películas del Santo mexicano en los circos que se presentaban en su Ocoa natal, por allá a finales de los años 50. La narración abarca la niñez desde 1958 y cierra en el 1970 cuando Jack y Relámpago tienen el primer gran combate en el parque Eugenio María de Hostos.
Mencionaba más arriba la atmósfera, y es necesario volver sobre el tema, porque pocos cineastas logran recrear ese efecto «invisible» que tiene tanta influencia en la imaginación del espectador. El trasfondo es un clima gótico, muy bien recreado durante todo el metraje. Jack Veneno es elevado a categoría de súper héroe, no de Marvel y mucho menos de DC Comics: es el héroe de muchos dominicanos.
Tabaré y Bardellino apuestan al trasfondo cultural del personaje, porque este hombre llegó a ser el «luchador más grande de la bolita del mundo». Y el mundo del protagonista está muy bien construido, caracterizado. Apreciable el trabajo del elenco en su conjunto, pero vaya la mención especial para Ovandy Camilo que logra una actuación más que respetable, y Manny Pérez hace justicia a su interpretación como Jack Veneno.
Todavía nuestras películas siguen padeciendo las debilidades que podrían superarse con un buen ojo en la sala de edición, suprimiendo transiciones lentísimas que afectan su ritmo. Debemos seguir insistiendo en eliminar frases y diálogos que acentúan aún más esas debilidades. Y si Tabaré se rodeó de jóvenes –técnicos, actrices y actores– que redondearon su primera película, guardemos la esperanza que la segunda parte de Veneno promete grandes emociones y una obra que podría ser un aporte importante en la cinematografía dominicana. La Primera caída es una película buenísima, entretenida, con actuaciones convincentes y portentosas. Blanchard llegó hambriento y puso toda la carne en el asadero y, como el que más arriesga es el que más consigue, disfrutamos en la mesa de su buen banquete. Esperemos por el 2020, y que la espera no nos desespere.
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