Barack Obama cree que su problema ha sido de comunicación. Lo confesó en la pasada campaña electoral, cuando pugnaba por la reelección, y lo acaba de confesar esta semana, después de la victoria republicana en el Senado.
Al reconocer la paliza que recibieron los demócratas en las elecciones de medio término, el mandatario confesó haber pecado de inocente, al pensar que no tenía que cuidar su imagen y sólo centrarse “en trabajar por la gente”
Hace dos años, el presidente también confesó que “el error de mis primeros cuatro años” fue no haber explicado bien los problemas trascendentes y compartir un mensaje inspirador de hacia donde va la nación. “Debí hacer un mejor trabajo de explicación y también de inspiración”, decía entonces.
Todos sabemos que Obama ha sido el presidente mejor comunicado de la historia. Su problema ha sido de acción, por no concretar, en el plano interno, sus promesas electorales; y, en política exterior, por hacer lo contrario de lo que prometió o no hacer lo que prometió.
El artículo “Nada grande pasó con Obama”, de Josué Alduey Sierra, explica brevemente el porqué de la decepción actual con el presidente, y este otro artículo de Robert Samuelson da la voz de alerta desde una perspectiva histórica acerca de la primera gestión de quien llenó al mundo de ilusión en aquella mítica campaña de 2008.
En efecto, Obama, el Gran Obama, penosamente, es calificado al día de hoy como el peor presidente de Estados Unidos después de la II Guerra Mundial, incluso peor que Bush, que Nixon y que Carter, que es mucho decir.
Es cierto que vistos retrospectivamente los presidentes se evalúan con mayor sentido de justicia, pero no hay que engañarse: la comunicación no puede lograr lo que no logra la acción.
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