Cuando Xiomara Fortuna salió de Monte Cristi con rumbo incierto hacia la capital, con 17 años, llegó a Santo Domingo solo conociendo «el burro» como medio de transporte. Vino para viajar a Cuba, invitada por el partido comunista, plan que sufrió cambios inesperados, que en el interin posibilitaron otro viaje, pero a Jamaica. De golpe y porrazo, en días, tuvo la oportunidad de montarse en el autobús, el avión, el barco, el tren y hasta el ascensor.
La anécdota la recordó con gracia la noche del sábado en un momento de «Llegando voy», el concierto que la llevó al corazón de un Teatro Nacional donde se presentó por primera vez en el 2002, y la convocatoria tenía como pretexto la celebración de sus 40 años en la música.
Desde el lobby del teatro, percibimos que era una noche para ella, sus amigos y sus fanáticos: artistas, comunicadores, actrices y actores del teatro y el cine, gestores culturales, todos unidos por el mismo motivo, apoyar a Xiomara. El público llenó la sala y a las 8:45 de la noche, la fortuna empezó a embargarnos de los mágicos sonidos de su inconfundible repertorio.
Como anunciara en las notas del programa, desde La loma al llano, su primera producción publicada en 1987, hasta Son verdad, la más reciente de este 2019, hizo un recorrido con sabor afrodominicano, ritmos fusionados y esas canciones que con el tiempo le permitieron subir a escenarios de prestigio dentro y fuera de Dominicana.
Xiomara dejó claro que ella no es producto de un hit musical, mucho menos es parte de algún boom mediático que nada tiene que ver con lo que pasa hoy día en las redes sociales, fenómeno comunicacional que justificó en escena la presencia de la actriz Cheddy García.
Tres bloques sustentaron la estructura musical del concierto. El primero marcó el inicio de la velada con «Esta noche es mía», «Balbuceos», «De melao, ron y limón» y «Mandela». Siguieron «Ella f. Ella b» y cerró con «Ahora qué».
Ahora que todo había iniciado, con reverencias cortesía del público entusiasta, Xiomara fue entrando en calor y cantó «Dame un chin», «Rosa y azul» (tema de una de sus producciones más destacadas), «Entre ceja y ceja», «No cojo corte» y «Como vuele».
Los ritmos navegaban con el viento a favor, y los invitados entraban y salían por puerto seguro. Techy Fatule fue la primera, y quienes le siguieron honraron con su talento la responsabilidad de compartir coros y melodías con una artista afortunada: nació con el don de una voz que muchas desearían tener.
Momento altísimo cuando el merengue típico sonó a punta de uno de los mejores acordeonistas contemporáneos, El Prodigio. Y al centro fueron a parar otros convocados, Vakeró y Janio Lora, un trío musicalmente disparejo –la diversidad artística es marca registrada de Xiomara– que hizo vibrar el teatro.
Otras selecciones incluidas en el repertorio fueron «Como quiera», «Ay caramba», «Negra Hilda», «La calle será la calle» (en la que tuvimos como invitada a Diomary La Mala), «Ella ta’ ahí» y «Potpourri electrónico». Acompañaron, además, a esta gran artista, David Almengod, La Marimba, Roldán Mármol, Tomás Alvarez, Tone Vicioso, Zahir y Chinola.
El tercer y último bloque del concierto se reservó para «An Ale», «Kumbajel», «Letanía», «Ya vendrán», «Leyenda Congo», «Oxumare», «Juana la Loca», «Llegando voy» y «Negra».
Más que artístico, el Teatro Nacional es un desafío económico. Para una artista que no tiene nada que demostrar, con un talento que no tiene discusión, Xiomara Fortuna actuó por pimera vez en la legendaria sala en la que, en el futuro, podría volver con más frecuencia.
Con cuarenta años en la música, es probable que la noche del sábado la artista experimentara de golpe las mismas sensaciones que cambiaron su manera de ver la vida cuando visitó Jamaica por primera vez. Y para quienes disfrutan su arte, tan auténtico como ella, que esta segunda vez en el Teatro Nacional no sea la última. Larga vida a la otra Reina.
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