Hipólito Mejía (1941) irá por la candidatura presidencial para el 2020. No lo sugirió, como interpretaron –a Papá usualmente hay que interpretarlo– los reporteros que el pasado domingo cubrieron su asistencia al Carnaval de La Vega. Y como los veganos «son buenos todos», el ex presidente de la República (2000-2004) faltó al pedido que ambos hicieron a la militancia del Partido Revolucionario Moderno (PRM) para que evitaran cualquier movimiento de campaña hasta tanto se celebre la convención para elegir sus nuevas autoridades.
El anuncio de Mejía fue música para camaleones: «Sí, yo estoy en eso, tras la ñoña en el 2020». Ir tras la ñoña (dícese la banda presidencial que se tercian los mandatarios en la ceremonia de asunción) tiene ñoño a los dos brazos de poder que mueven el cuerpo del PRM. Hipólito, que no vistió ninguna máscara en el carnaval, quizás sí se quitó aquella que según algunos llevó puesta durante las elecciones pasadas en la que Abinader perdió ante el reelecto presidente Danilo Medina, candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Extraoficiales son los argumentos sobre el rol que desempeñó Mejía en la pasada campaña. Hay quienes acreditan valor, apelando a una frase del argot de la pelota, que el «guapo de Gurabo» no soltó todo el brazo en ese proceso. Que será caliente la pelota que se jugará en el torneo del 2020. Para ese mayo, faltan tres años y cuatro meses, pero para el inicio de la campaña nunca falta tiempo.
Hipólito Mejía no es un muerto político, ni por asomo. Como el ave Fénix, resucita a su antojo y para quienes dudan de su capacidad de reinvención, no tienen que ir tan lejos más allá de las elecciones que perdió en el 2012 (obteniendo 47 por ciento) frente al actual presidente de la República, que alcanzó poco más del 51 por ciento. Los números cobran hoy una personalidad frívola, pero por dentro conservan una calidez que permite visualizar un horizonte más favorable para ese Papá que inició su carrera como tal precisamente en ese carnaval vegano donde se hizo oficial su vuelta al ruedo taurino. Andrés Bautista, presidente del partido, dijo en el segundo aniversario del PRM, que su principal desafío es aniquilar a la «serpiente de la división», en clara alusión a lo que puede traer una sangrienta lucha entre Hipólito y Luis en las primarias.
Llegó Papá. El calificativo prendió aquella vez y no tuvo mayores repercusiones en mayo del 2016. Ese año, y damos crédito a quienes sostienen que Hipólito «no soltó todo el brazo», Luis Abinader ganó el proceso interno de un Partido Revolucionario Moderno que no contaba con estructura y tendría ante sí un reto casi imposible de materializar, que era ganarle a un PLD que repetía con Medina como candidato, con altos niveles de aprobación en la población.
Mejía, un lobo curtido en la política, sabía de antemano que «soltar todo el brazo» en una serie que no se iría al máximo de juegos, resultaba contraproducente para su propio proyecto con miras al 2020. Incluso, entre algunos analistas políticos, se preguntaban cómo Hipólito se presentó como precandidato en las primarias del PRM, cuando muchos de sus colaboradores y partidarios cercanos sabían que Abinader vencería con facilidad. Y lo hizo, ganó con el 70.24% de los votos.
El ex presidente de la República soltó a rienda sueltas sus deseos de ir «tras la ñoña en el 2020» teniendo a su lado como contertulio carnavalesco al mismísimo Luis Abinader, a quien ninguno de los reporteros que abordaron a Hipólito se les ocurrió tener una reacción de lo que éste había «sugerido». A Luis y todo su equipo ese 70.24% de los votos preliminares los mantiene motivados para volver a intentarlo en la próxima contienda electoral. Pero todo apunta a una mejor puntería por parte del escuadrón que camina detrás de Mejía. En ocasiones, Hipólito dice que considera como un «hijo» a Luis Abinader. Pero tendremos que esperar para saber si el bastión de leales a Papá –que en el 2020 tendría 78 años– apuesta a frenar al hijo de una manera más convincente.
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