El servicio del Metro con el que contamos en nuestra ciudad capital bien podría ser el protagonista de una serie de terror de múltiples temporadas. Con cada episodio, los usuarios se ven envueltos en una trama que combina incertidumbre, frustración y una desconcertante falta de empatía por parte de quienes, en teoría, están ahí para garantizar seguridad y asistencia. La nueva entrega de esta historia: un servicio que brinda cualquier cosa menos confianza.
A pesar de ser un sistema de transporte avanzado que permite a los ciudadanos trasladarse de un punto a otro en tiempos significativamente menores que los habituales en el tráfico caótico de Santo Domingo, este beneficio técnico se ve opacado por una serie de carencias en lo que respecta al trato humano. Dentro de los servicios inherentes a su funcionamiento, se espera que la seguridad, la protección y la asistencia a los pasajeros sean prioridades incuestionables. Sin embargo, las experiencias vividas por muchos usuarios ponen en duda si el personal del Cuerpo Especializado para la Seguridad del Metro (Cesmet) es realmente capacitado en aspectos que van más allá de la fuerza física y el control del orden.
Surgen entonces preguntas inevitables: ¿el entrenamiento de este equipo se enfoca únicamente en su capacidad para reaccionar ante situaciones de riesgo? ¿Se les instruye en habilidades comunicativas y en el relacionamiento humano? Porque de poco sirve la presencia de agentes de seguridad si su labor se limita a imponer autoridad sin ningún tipo de sensibilidad hacia los ciudadanos que dependen de este medio de transporte.
Vivimos en una era donde la empatía y la cortesía deberían ser normas básicas de convivencia. Sin embargo, al abordar el Metro, nos encontramos con un equipo de seguridad que, en muchas ocasiones, parece carecer de la paciencia necesaria para asistir a un envejeciente, la disposición para orientar a una mujer embarazada o la comprensión para facilitar el acceso a una persona con movilidad reducida. Si no podemos contar con su apoyo en estas circunstancias cotidianas, ¿qué nos queda ante situaciones de mayor urgencia?
Es comprensible que la rutina diaria pueda desgastar el ánimo y que repetir la misma tarea una y otra vez pueda llevar al desinterés. Sin embargo, asumir una responsabilidad conlleva el compromiso de desempeñarla con profesionalismo y coherencia. Más que imponer disciplina con rigidez, la seguridad en el Metro debería garantizar confianza y tranquilidad a sus usuarios, entendiendo que un servicio eficiente no solo se mide en velocidad y puntualidad, sino también en la calidad del trato humano.
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