Hasta que la República Dominicana no logre ser un país grado de inversión, la atracción de capitales extanjeros que tanto necesitamos siempre será insuficiente, una práctica hija de la suerte y de ciertas coyunturas especiales, pero no consistente ni sólida.
Las agencias calificadoras de riesgo nos sitúan en grado especulativo y, desde mi óptica, esta limitante para los flujos de inversión más grandes nos acompañará por mucho tiempo.
Para que se entienda bien de qué estamos hablando, el grado de inversión refleja el nivel de confianza de los grandes inversionistas institucionales en que las deudas de un determinado país serán cubiertas oportunamente.
Esto produce automáticamente mayores flujos de inversión y, por supuesto, brinda la oportunidad de emitir deudas a bajos costos.
El grado especulativo entraña la existencia de riesgos de distintos tipos, institucionales, económicos, políticos, sociales, que pueden afectar en determinados momentos la capacidad de un país de cumplir con las obligaciones contraídas. En ese contexto todo ejercicio de endeudamiento resultará mucho más costoso.
En nuestro país, que gracias a Dios goza de estabilidad política y de paz social, las debilidades institucionales constituyen el principal handicap para salir del grado especulativo, definido por la desconfianza que genera el frecuente incumplimiento de las leyes.
Tenemos una clase política pragmática que es también oficiante de la astucia para ignorar el estado de derecho cuando resulta conveniente. Y contamos con un empresariado laxo, siempre dispuesto a entrar en contubernio con el poder político para hacer de las normas trajes a la medida.
La calificación B1, equivalente a “bonos basura” y alto riesgo crediticio que nos otorga Moodys en su último informe, es explicado por la agencia calificadora como el reflejo de los pobres indicadores de gobernabilidad y la baja fortaleza institucional de este país.
Así, los seminarios pomposos y costosos para atraer inversiones sirven mucho como espacio de socialización, de anécdotas y para lanzar discursos emotivos, pero muy poco para entusiasmar a los inversionistas. El dinero es inteligente. No seamos tontos.
Comentarios