Aún está exhibiéndose en los cines del país esta película que ha cosechado un tremendo respaldo entre los críticos en Estados Unidos, y ha llamado la atención además de diversas premiaciones, incluyendo el Oscar, por cuyo galardón compite con seis nominaciones.
Tuve finalmente la oportunidad de ver el film, y sin embargo, la impresión no fue del todo satisfactoria. Me explico: ‘Spotlight’ no es una mala película, pero tampoco es aquél film que conquista con la intensidad o la contundencia de una verdad incuestionable.
Su mayor atractivo reside en las sólidas caracterizaciones de un formidable elenco y en el interés que despierta un montaje que sigue el rastro a una investigación periodística, con visos detectivescos, y en la que en una narración cuya intensidad va in crescendo, se conecta un punto con el otro hasta llegar al clímax o momento culminante de dicha investigación.
¿Cuál es el problema con esto? En apariencia ninguno, puesto que toda obra busca y debe llegar a una culminación. No obstante, la sensación que deja Spotlight es la de si fuera del planteamiento al desenlace, sin jamás detenerse en el nudo, pero tomándose en el proceso el mismo lapso de tiempo.
En otras palabras, el director y guionista Tom McCarthy se toma prácticamente todo el film desarrollando el planteamiento de la historia, y cuando esta comienza a ponerse interesante es precisamente cuando la película arriba a su conclusión.
En el año 2001, un grupo de periodistas de la unidad denominada «Spotlight» del Boston Globe comenzaron a investigar denuncias de abusos sexuales contra menores, cometidos por padres y sacerdotes de la Iglesia Católica en Massachusetts. Lo que descubrieron estremeció al más alto nivel no sólo de la iglesia, sino sobre todo, de la sociedad en general.
Esta historia no es ficción, fue algo que realmente pasó y estuvo sucediendo por un largo tiempo, ante las narices y con la complicidad de mucha gente. Como muy bien expresa uno de los personajes, en una ciudad en la que la mitad de la población es católica (Boston), se necesita del encubrimiento de mucha gente para que algo tal escandaloso pueda alcanzar la magnitud a la que llegó.
Seriedad vs. Entretenimiento. Ahora bien, en su empeño por mantenerse fiel a los hechos y evitar el sensacionalismo, el director McCarthy maneja la historia con extrema precaución, lo que proporciona al film no sólo un ritmo un tanto lánguido y parsimonioso, y por ello no muy excitante; sino también una perspectiva narrativa en la que la audacia no existe.
Como resultado, los momentos más emocionantes de la película son aquellos en los que los reporteros consiguen una confesión cándida o una revelación cuyo efecto no tiene en la pantalla el mejor impacto. Y por ello, el tono del film está más cerca del drama que del thriller periodístico.
Durante el transcurso de la película es inevitable no evocar a ‘Todos los Hombres del Presidente’, probablemente la mejor película dentro del subgénero periodístico. En consecuencia, por esa razón uno echa en falta aquí la presión de la hora de cierre, la urgencia por conseguir una noticia que atraiga lectores y consecuentemente evite ‘cortes de personal’, así como el seguimiento periódico de lo que está haciendo el equipo investigativo y con qué cuenta a una determinada fecha.
Salvo en una ocasión, tampoco se ‘ambienta’ o contextualiza el film con el día a día de la noticia o con la satisfacción que produce el ver la rotativa y el largo esfuerzo impreso en primera plana. Para una producción que básicamente se desarrolla en una sala de redacción, ¿cómo dejar de lado semejantes elementos?
Está fuera de discusión que Spotlight es una película digna, muy seria y con una historia que irrita y hace hervir la sangre al más ecuánime de los mortales. Sin embargo, no hay nada en ella que verdaderamente cautive y apasione a la audiencia, en virtud de que su puesta en escena carece de impulso y energía. ¿Cómo puede entonces ser la mejor película del año?
La sensación que queda al final es la de que una historia tan perversa y retorcida, y de tantas implicaciones legales, morales, religiosas y sociales precisaba de un tratamiento más ampuloso y elocuente, en consonancia con el universo de aspectos que la determinan.
De todas formas, dos cosas si resaltan a la vista en Spotlight. Primero el buen trabajo de su elenco encabezado por Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Stanley Tucci y Liev Schrieber. Todos están contenidos, creíbles y convincentes, en especial Ruffalo y McAdams, quienes lucen insistentes y persuasivos, y son quienes tienen a su cargo transmitir las emociones del relato.
Y por otro lado, Spotlight pone de relieve también, o más bien rescata el valor de un periodismo, el investigativo, que en esta era de explosión y abuso de las llamadas redes sociales, tiene cada vez menos presencia e impacto. En ese sentido, la película hace un ingente servicio al periodismo serio y de profundidad. Y eso naturalmente, no tiene precio.
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