En tiempos electorales las encuestas motorizan pasión, expectativas, ansiedades y contradicciones. Todos sabemos cuáles son los estudios serios, los esperables, para contar con la fotografía de determinadas coyunturas de preferencia política.
Algunos políticos apelan a los sondeos alternativos, aunque la empresa que los realice sea de anaquel, fantasmagórica e ilocalizable en la gran telaraña mundial que es la internet.
Entonces, se produce una guerra de encuestas en la que poco importan la seriedad y la certeza de los números, siempre que ellas conduzcan a la formación de un estado de opinión a favor o en contra.
No desprecio las mediciones de preferencias, pero tampoco las asumo como guías inexpugnables del porvenir político. Con el tiempo, el periodismo económico y financiero me ha enseñao a avizorar otros indicadores, como las señales del capital en tiempos de campaña.
El mercado es, en todo el mundo, dueño de un impresionante lenguaje de señas. La inteligencia del dinero es indiscutible.
Por eso, las inversiones, la apertura de empresas, la consolidación de negocios y el cierre de contratos suelen sentarse en la sala de espera en tiempo de campaña, sobre todo en países como República Dominicana con tantas debilidades institucionales y problemas de continuidad en el Estado.
Curiosamente iniciamos este año electoral con anuncios de importantes inversiones en telecomunicaciones, hotelería, industria de hidrocarburos, infraestructuras portuarias, sector financiero y otros.
La agenda del periodismo social no da abasto en cobertura de inauguraciones de nuevos negocios. Así lo veo como lector voraz y detallista de periódicos.
Parecería que en esta ocasión el dinero no siente aprensión por lo que pasará en las elecciones ni existen muros de contención –muchos menos incertidumbre- para el desarrollo de negocios.
Desde mi óptica, el capital tiene una baja percepción de riesgo político, no siente que habrá ruptura alguna en el seno del árbitro de los negocios que es el Estado. Estas elecciones parecen un guión predeterminado para que la película culmine sin variación del statu quo del poder que nos gobierna.
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