21/10/2025
Turismo

Por los caminos de Roma, toda una experiencia religiosa

Roma, Italia.– La primera impresión de Roma es abrumadora: su historia, su arte y su vibrante cultura nos envuelven desde el primer paso en sus calles estrechas y empedradas. Para una dominicana, cada rincón evoca un eco de la grandeza que nos une a través del tiempo. Pero lo que realmente hizo especial esta visita fue un encuentro inesperado que transformó la experiencia en algo aún más significativo: una verdadera «experiencia religiosa».

Mientras caminábamos hacia el Vaticano, con la majestuosidad de la Basílica de San Pedro a la vista, en busca de la emblemática plaza que ha recibido a cientos de católicos de todo el mundo, nos lamentamos que no fuera miércoles, ya que, el Papa ofrece una audiencia en la plaza de San Pedro, donde entra en contacto con sus fieles y realiza lecturas y reflexiones en torno a temas concretos, ya sea sobre religión, política o algún tema de actualidad. 

Sin embargo, aunque nos tocó ir un lunes, de igual manera, nos encontramos con una agradable sorpresa, en la Via di Porta Angelica, en el número 63, vimos un edificio de cinco pisos, y en el frente y en lo alto, ondeaba una bandera dominicana, tan especial y distintiva como sólo ella puede serlo. 

La única con una Biblia en su centro. Allí, de inmediato vimos que era la sede de la embajada del país ante el Vaticano. Como periodistas al fin –en este viaje junto a Máximo Jiménez, Alison Santana y Antonio Baldera– no podíamos dejar de intentarlo. 

Máximo sugirió que nos detuviéramos, tocar el timbre para que nos recibieran, como si se tratara de nuestra casa, con la confianza que sólo sabe hacerlo quien se siente parte de. Nos respondieron de inmediato. ¿Quién es? se escuchó al otro lado de la línea. «Somos dominicanos que estamos de visita por acá y queremos subir a saludar», se nos ocurrió decir. 

La respuesta fue todavía más inesperada: «Claro que sí, suban al segundo piso», nos dijo una persona con una voz cálida. Una edificación antigua, con un ascensor que evoca a la época antigua, luego de varios intentos sin que arrancara, decidimos subir por las escaleras y llegamos a la sede de la embajada.  La primera persona que salió a nuestro encuentro fue Elisa Domínguez Brito, una mujer con una profunda sensibilidad por la poesía y la literatura y de carácter afable y cercano. 

Su rostro sonriente nos recibió y de inmediato como buena dominicana, dijo la palabra mágica: –¿Quieren un café?–, se nos llenaron los ojos de alegría. «Sí claro y agua también». Cuando se está fuera de las comodidades cotidianas, se valoran más los detalles. 

Llegó el café y también agua para todos, las temperaturas siguen siendo calurosas aún en Roma, en esta época del año. 

De inmediato nos invitó a sentarnos y nos pidió unos minutos para presentarnos al embajador. Nos miramos a los ojos, medio sorprendidos y esperamos. Aún no nos habíamos presentado, no sabían que éramos periodistas, sólo nos presentamos con el mejor título que pueda llevar uno por el mundo: somos dominicanos.   

Una vista espectacular del majestuoso Coliseo de Romano. | FOTO: Antonio Baldera.

Llegó el embajador Víctor Valdemar Suárez, su calidez y entusiasmo nos hicieron sentir como en casa, aunque estuviéramos a miles de kilómetros de nuestro país, así como antes nos hizo sentir Elisa. 

Nos habló del trabajo que realizan para fortalecer los lazos entre la República Dominicana y la Santa Sede, un esfuerzo que trasciende más allá de la diplomacia, sino también en la cercanía con nuestra comunidad en Roma. De la receptividad del Santo Padre, de su compromiso con el pedido del presidente Luis Abinader, de trabajar para la comunidad y de su convicción de que hay que humanizar las posiciones y funciones públicas. 

El embajador compartió anécdotas sobre Elisa Domínguez Brito, viceministra y el resto del personal de la embajada, quienes se dedican con amor y esmero a atender a los dominicanos en el extranjero. 

Su enfoque inclusivo, sin distinción, resuena con el espíritu de nuestra cultura: un abrazo cálido que nos recuerda que, sin importar quiénes seamos, siempre hay un lugar donde podemos sentirnos apoyados y comprendidos.

La sorpresa llegó cuando, al enterarse de que éramos periodistas, la conversación se tornó aún más interesante. Nos ofrecieron una perspectiva única sobre cómo la embajada no solo actúa como un puente entre dos culturas, sino, y más importante aún, que también se convierte en un refugio para aquellos que buscan su identidad dominicana en un contexto internacional.

Esta visita a Roma no solo fue un viaje turístico; fue una celebración de nuestra comunidad, un recordatorio de que la distancia nunca puede borrar nuestras raíces. Al final del día, con esa visita, nos llevamos más que recuerdos visuales; llevamos la certeza de que hay un hogar, en cualquier parte del mundo, donde siempre seremos bienvenidos.

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