El remake es un recurso recurrente de ese Hollywood que, más que reinventarse, busca alimentar esa máquina consumista a costa de las audiencias. Eso de tomar una película de antaño que por lo general tuvo éxito en sus días –muchas veces también favorecida con la crítica– suele traer una que otra sorpresa creativa, aunque en la mayoría de los casos muchas de esas nuevas adaptaciones nos dejan un sabor agridulce, sobre todo cuando nos lanzamos en la carrera de volver a ver la pieza original para concluir en que aquella sigue siendo mejor que esta. Y así.
En la era del VHS, ese formato casi en extinción, tuvimos la oportunidad de ver una película de presupuesto menor y un elenco de jóvenes intrépidos con sus audiencias aceptables. Era el 1991 cuando la para ese entonces prometedora directora Kathryn Bigelow sorprendió con el filme original: Point Break, protagonizada por Keanu Reeves en el papel de Utah y el fallecido Patrick Swayze (1952-2009) como Bodhi. Un filme de acción y aventura que sembró la semilla que germinó ahora 24 años después, con Ericson Core como director.
Quienes vieron el Point Break original puede que hayan sido los primeros en avalanzarse a los cines para atender el guiño de su remake. No era para menos. Ahora asistimos a una megaproducción efectista que apela a la conciencia social como pretexto que mueve el accionar delictivo de los tres antagonistas que en el 1991 hicieron de surfistas.
Es la era de los deportes extremos y en esa misma proporción, la película honra a sus fanáticos con un grupo de jóvenes que desafían la gravedad, el peligro y ponen en juego sus vidas en prácticas endemoniadamente increíbles (en todo el contexto de la palabra). No son los tres surfistas de antes, que asaltaban bancos vistiendo máscaras de ex presidentes estadounidenses, para poder costearse su costosísimo pasatiempo: viajar por el mundo a la espera de olas históricas que solo se registran cada cierto tiempo.
Catorce años después, Ericson Core eleva esas olas a la máxima potencia, pero asimismo, apela a otros deportes –motocicletas, paracaídismo, climbing– para dibujar sus fotogramas más admirables. Es un espectáculo visual que supera la credibilidad de lo que alcanzan los deportistas en sus desafíos inusuales en la película.
Es sin duda lo mejor que se puede extraer de esta nueva versión de la entretenida propuesta de Kathryn Bigelow: sus imágenes de paraísos naturales diseminados por los cinco continentes. Y los efectos están a la orden del día, para robustecer los minutos más admirables de esta historia de acción y crimen en la que tres mosqueteros buscan ir contra la corriente y combatir el sistema.
Pero las aspiraciones de estos tres rebeldes ecológicos es demasiado pretenciosa, como lo son los retos deportivos que se contraponen a su causa social. De las actuaciones del elenco principal poco se puede sacar, mucho menos cuando nos remontamos a comparar una película con la otra, inevitablemente.
La nueva versión de Point Break es poco creíble y en gran medida hasta panfletaria. Esas infladas expectativas quedan reducidas en su totalidad con la fragilidad sicológica de sus personajes, sobre todo, y la calidad de la versión de 2001 que no tiene que recurrir a los recursos efectistas de ahora para mantenerse en pie como una estupenda producción.
Ficha técnica
Director: Ericson Core. Guión: Kurt Wimmer. Intérpretes: Edgar Ramírez, Luke Bracey, Ray Winstone, Teresa Palmer, Matías Varela, Clemens Schick, Robías Santelmann y Delroy Lindo. Música: Junkie XL. Fotografía: Ericson Core. Año: 2015
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