24/11/2024
Espectaculos

Pablo Martínez pide le regalen solo «un minuto más»

Pablo Martínez es dueño de una de las voces más hermosas del merengue. Es un alma vieja que interpreta con emoción lo que calla el corazón de sus seguidores. Tiene una historia complicada, con aciertos que lo mantienen vigente y desaciertos que se pierden cuando canta.

El gran acierto de Pablo es su hermoso repertorio y el desacierto ha sido distanciarse del oficio que le ha dado tanto éxito. Sin embargo, lo segundo se borra cuando hace lo primero y canta las hermosas canciones que lo han hecho querido en su trayectoria de más de tres décadas.

Pablo inició demasiado joven y sobre todo en medio de una conflagración del destino. Es de Haina, creció en la iglesia católica, dirigía desde los 12 años el coro de la iglesia. Uno de los integrantes del coro le pidió que lo acompañara a un casting del programa de concursos que produjo Johnny Ventura y que es aún recordado:«¿Cuánto vale el show?».

Como el chico, Nino, le dicen, no se quería quedar solo en el salón de prueba y él no podía estar ahí si no cantaba, terminó haciendo la prueba, terminó seleccionado y ganó el tercer lugar, lo que le permitió entrar a la orquesta Los Hijos del Rey, de la mano de Wilfrido Vargas «que fue allá mismo, a Haina, a buscarme».

Pablo estudió en un colegio adventista, lo cual lo enfrentó desde niño al canto y además de los himnos que eran obligatorios en la escuela, su mamá se pasaba todo el tiempo escuchando música, a lo qué hay que sumarle era fanático de los dibujos animados y estos «tenían muy buena música clásica».

«Yo veía esos grandes cantantes en televisión. Mi mamá, cuando pequeño me introdujo a Johnny Ventura, a Fausto Rey, a Danny Rivera, a la Sophy, eran los tipos de canciones que se oían en mi casa… Yo inclusive bailaba como el pingüino. Mi mamá, en todas las fiestas, lo ponía y me ponía a bailar para que todo el mundo viera que yo me sabía el pasito de Johnny».

Recuerda que a partir de los 10 años y a través de la música y publicaciones de materiales de clase, aprendió sólo el idioma  inglés. Lo que lo hizo sumergirse en la música anglosajona y música del mundo por mucho tiempo… hasta que un día escuchó a Fernando Villalona cantando y a través de esa experiencia se conectó con la música popular dominicana.

«Me dije, ¡qué lindo esto! Entonces busqué la riqueza, busqué el carabiné, la mangulina, o sea, busqué la esencia cultural, y empecé a buscarme a mí mismo en la música y me encontré. De hecho, fui director del coro municipal, del Coro Ideal, y de varios grupos músico-vocales como Chispa Musical». 

Cuenta que también fue un gran trabajador: «Yo fui limpiabotas, fui ‘caraquero’, fui rifero, fui dulcero, fui profesor de inglés, fui sustituto en el colegio donde estudié y no recuerdo cuántas cosas más».

Pablito Martínez en una fotografía tomada en una de sus presentaciones en directo.

¿Y soñaste en esa época que realmente tú ibas a ser artista? 
No, no como resultó siendo. Yo soñaba con otro tipo de arte, clásico, coral.

¿Pero eso dónde fue? 
En Haina, en el distrito federal de Haina City, la única ciudad que desde el puente del 12 parece Boston.

¿Qué te dio Haina a ti? 
Todo, todo. Tú sabes que no hay… Hay muchos artistas dominicanos hainer. Creo que no existen muchos haineros en la escena artística dominicana.

¿Qué era lo que tenía Haina? Yo no sé. De ahí apareció Rubby, tú y muchos más.
Está Joselito Mateo, está Rubby Pérez, está Mayobanex, Serie 23, ¿Quién más? Ay Dios mío, muchísimos. Muchísimos que, ni siquiera son muy conocidos. Hay mucho son y mucha cultura en Haina. Juan Carlos de Ilegales, es de Haina también. 

Los Maco  Peje… 
Lo que pasa es que es mucha la distancia entre Haina, el pueblo y La Pared. Hay unos kilómetros bien amplios. Y en aquel entonces, no estaba tan poblado. No existían motoconchos  y todo era caminando.

Sin embargo, asegura que se trasladaba: «Teníamos interacción cultural con esos parajes, pertenecíamos al departamento de cultura del ayuntamiento, íbamos y formábamos coros pequeñitos y los invitábamos y hacíamos un cuerpo de asistencia del coro. Ajá. Cuando nos faltaban talentos, los mandábamos a buscar y hacíamos células, células culturales».

¿Soñaste alguna vez ser una figura de la música popular?
Yo soñaba con las artes clásicas. Yo donde oigo un coro, y si puedo pararme, me tengo que parar. Tengo una prima y una amiga muy íntima, muy cercana, que son miembros del Coro Nacional, y cada vez que yo vengo al país, y puedo me meto en los ensayos.

¿Y lo disfrutas?
Sí, sí, sí. Me prestan la partitura y yo empiezo a ensayar con ellos bien bajitico para no interrumpirlos.

¿Y cómo hiciste el transfer del coro al merengue?
La necesidad, que es la madre de todas las ciencias. Mami dice que ‘cuando no te toca ni que te pongas y cuando te toca ni que quites’. 

A Pablo le tocaba y a nosotros nos tocan sus maravillosos y románticos merengues, grabados con Dioni Fernández, su maestro de quien se siente orgulloso y agradecido: Yo amoPor retenerteNo se murió el amorLoco locoEl pescador de Barú, Como decirteSi no te hubieras ido; con Roque y La Gran Manzana: Se muereNena, Mi niña bonita, Enamorado y con su orquesta La Muralla: Corazón salvaje; y Parada Joven: La música, Ven morena, Mal querida, Abeja reina,  Nuestro inmenso amorCartas amarillas. Desde hace tres meses promociona Regálame un minuto más, de Badir, que ya apunta será un clásico. 

Lo que más le gusta es que el público le da mucho amor en cada presentación y que con amor y cercanía, le llaman simplemente Pablito, su cantante de siempre.

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