Vivíamos en Villas Agrícolas cuando lo mataron. Habían pasado ya los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se celebraron en Santo Domingo, durante el período gubernamental conocido como “Los 12 años”, que encabezó el doctor Joaquín Balaguer. Un 17 de marzo asesinaron a un fiel militante de las libertades democráticas, un mártir de la democracia, Orlando Martínez. Teníamos 11 años de edad cuando trataron de asesinar la libertad de expresión.
Un “re-puta-do” periodista escribió recientemente que Orlando Martínez fue un desleal con sus empleados, ya que nunca reveló su militancia y compromiso con el Partido Comunista Dominicano, olvidando que la Constitución de la República, establece claramente que todo ciudadano dominicano tiene libre albedrio para militar en cualquier partido político o religión. Es un derecho individual.
Cuatro décadas han pasado de su vil asesinato. Todavía no tiene nombres ni apellidos la página en blanco dejada en sus memorias por el doctor Joaquín Balaguer. Ramón Font Bernard falleció.
No recuerdo la reacción de mi abuela materna y mucho menos de mi mamá sobre la muerte de Orlando Martínez pero puedo asegurar por sus profundas creencias religiosas y los vestigios de la Guerra de Abril, que estaban muy atemorizadas.
No puedo ocultar la impotencia que registra mi alma, cuando veo, leo o escucho que se pondera a mercaderes del digno oficio que escogió Orlando Martínez como inteligentes estrategas de la Comunicación…Siempre digo que seré el mejor periodista, el más brillante, el genio del comentario político cuando mi agencia de comunicación “maneje” varias cuentas publicitarias…
Hoy quiero recordar a Orlando Martínez con estos sencillos versos de Pablo Milanés:
“Yo me quedo con todas esas cosas, tan dignas tan hermosas, con esas yo me quedo”
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