Si va en serio la judicialización de los supuestos sobornos de Odebrecht, ha de esperarse una actuación creíble del Ministerio Público y no una tomadura de pelo o una salida astuta basada en morbo, pan y circo, como ha ocurrido en tantas ocasiones.
La reputación del Gobierno, el futuro del PLD y del sistema político tradicional se desplazan sobre una filosa navaja que también roza la cohesión social de un país históricamente atracado, vejado, mancillado por su liderazgo y que nos está dando claras señales de hastío.
No sé si el Procurador, a quien le ha tocado esta apocalíptica papa caliente, tiene solidez en la piel para no quemarse, así como suficiente entereza y tino para evitarle a la gestión del presidente Danilo Medina una crisis mayúscula, de proporciones insospechadas.
En ese contexto, es imperativo evitar desmanes como los siguientes:
-Armar los expedientes sin pruebas ni evidencias concretas con el propósito de que se diluyan y no exista forma de condena en los tribunales.
-Conferir categoría de palabra de Dios a la delación de Marcos Vasconcelos y someter a la justicia a personas por una simple mención sin asegurar la existencia de conexiones irrefutables con la mafia Odebrecht.
-No profundizar las investigaciones para dar un paso adelante, más allá de la famosa lista, con el propósito de llegar a otros que no estuvieron en la recordación de Vasconcelos, pero que fueron partes del festín.
-Usar artilugios, tecnicismos y tretas para privilegiar a personajes influyentes con un tratamiento blando, acomodado y condescendiente, terminando con su exclusión del caso aunque las pruebas los señalen.
-Aprovechar la coyuntura para retaliaciones y ajustes de cuenta políticos, eliminando a los desafectos del carril para sepultarlos moralmente.
-Dar la impresión de que se tienen corruptos favoritos, intocables y que el agradecimiento está por encima de la ley.
-Realizar procesos judiciales tipo relámpago como si se tratara de un fusilamiento para complacer a la multitud que desea ver cabezas rodando y la sangre en la arena.
Nuestro país atraviesa por un momento delicado en términos de confianza en las instituciones que, aunque siempre ha estado debilitada, su quiebre definitivo podría traer un peligroso colapso. Evitemos eso.
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