Tres policías que se desplazaban como tres tristes tigres en una motocicleta sin placa ni casco protector –y sobre uno de los elevados de la ciudad- han provocado opiniones controversiales en mi página de Facebook.
La imagen, de la autoría del empresario Víctor Castro, pero publicada por mí con su consentimiento, ha despertado indignación, burla y solidaridad.
En twitter ha sido peor. Algunas personas, de esas que carecen de detector de estiércol para pronunciarse en redes sociales, han lanzado improperios en mi contra, insinuando que he victimizado a los agentes policiales.
Obviamente, la mayor parte de los comentarios pecan de superficialidad y demuestran una portentosa incapacidad de quienes los sustentan para entender la semántica que encierra la fotografía, aunque estamos frente a una obviedad o a una simpleza del signo.
El mensaje iconográfico cuestiona a la Policía Nacional y no a los agentes de la escena. Es verdad que ellos son víctimas de una institución desorganizada, con escasos recursos mal gestionados y una operativa anacrónica.
La reforma policial profunda –no sólo para reducir a 20 los generales y extirpar ese ominoso sustantivo que emana del trujillismo sanguinario- es un clamor de la sociedad, que merece una institución del orden decente, confiable y comprometida.
No será fácil. El camino de la reforma está empedrado y lleno de espinas, porque hay muchos “jorocones” dentro de la uniformada que defienden el estatus quo actual, partiendo de que el desorden y el mar revuelto son su negocio.
¿Cuál de esos especímenes policiales con rango se resignaría a perder la asignación de cuadrillas de “macuteros” de las que disfrutan y que le llevan el tesoro a domicilio sin que medien el sudor ni el esfuerzo?. Si no es así, que alguien me presente a un general pobre o que haya hecho fortuna con el sueldo devengado.
Necesitamos un abordaje sincero del debate sobre la reforma policial y el primer gesto de transparencia debe surgir en la propia fila, entrampada en unos reglamentos y una normas que constituyen una mascarada y son aplicados según convenga. Por eso botaron al raso Daurín Rafael Muñoz, la voz más alta de los últimos tiempos a favor de una nueva Policía.
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