En este trópico, tierra de surrealismo y realismo mágico, bañada en sol y acostada en sal, fluvial y selvática, los días discurren como relato inverosímil, enclavado en zona de nadie, en la frontera del sueño y la vigilia. ¿En verdad está ocurriendo lo que vemos, escuchamos y palpamos?
Aquí las palomas salen a cazar escopetas y tienen éxito. Llueve en forma horizontal y se mojan los suelos, la manera más segura y rápida de llegar a los sitios es en vía contraria y la luz verde del semáforo es un peligro, una alerta de colisión y muerte.
La moral en calzoncillos es comúnmente aceptada, los ladrones se venden como los más respetables y creíbles maestros de la ética; los tarados, como venerables filósofos –sobre todo si son candidatos– y con la nadería, que es la esencia de su discurso, pretenden reflejar genialidad o la expresión de un pensamiento ágil y único.
Las puestas en escena más brillantes –que concitan aluviones de comentarios, likes y share– son las payasadas más extravagantes y grotescas, mercadeadas como creaciones estratégicas y finas tácticas.
Las propuestas más aplaudidas son las más irrealizables e inexplicables. Crean adhesión, pasión y son repetidas por todos aunque carezcan de la más mínima lógica ni se comprendan. Mientras menos se entiendan, mejor, más sexy y seductoras resultan.
En este terruño de la sorpresa, lo inesperado y lo convulso, se exige tener mucho cuidado con los corruptos. Hay que tratarlos con guantes de seda, con palabras melosas y prodigarles mucho elogio, pleitesía hasta empalagarlos.
Su honestidad es incuestionable y quien ose ponerla en duda puede ir al patíbulo, al juicio sumario, al paredón construido para hacer picadillo a quienes se creen impolutos y ejercen el descaro y la osadía de ofender al poder.
Las categorías malo, bueno, serio, truhan, inteligente, bruto, avispado, amemao no sirven para marcar diferencias. Las establece el poder de compra, que pone a equivocarse a todas las encuestas de percepción.
Somos una ironía, una metáfora difícil de interpretar. En fin, somos el lugar donde todo puede ocurrir, donde nada es descartable. Nada me asombra.
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