No se trata de presumir. Para nada. Eso no es lo suyo. Miralba Ruiz «camina plácida entre el ruido y la prisa» y suele «pensar en la paz que puede encontrar» sola en el silencio. La idea, de hecho, sirve para una película romanticona con la actriz Charlize Theron.
Pero eso es una cosa, lo otro es poder contemplar su silueta, toda ella descansando en una silla de piscina, vistiendo unos bikinis con toda la menos ropa posible, que le permite su envidiable cuerpo-de-madre-que-va-religiosamente-al-gym.
Allí acostada, Miralba se sabe observada por ojos que no pueden evitar la mirada indiscreta. Parecería que Alfred Hitchcock la convocó a uno de esos casting codiciados. Toma su smartphone, tan inteligente como ella, y apunta la cámara abarcando todas sus extremidades, dejando fuera su cabeza. Una manera de provocar a los de imaginación infinita.
Y la foto quedó tan, pero tan bien… que ella mira de reojo a aquellas que una vez pudieron ser y no fueron, y siente ese sensación bíblica cuando el mar se abrió en dos para que Moisés caminara plácido por el medio de dos olas gigantes.
Cuando Miralba suele vestir bikinis, podemos escuchar el ruido que hacen las cosas al caer… pero ella sigue caminando plácida, entre el ruido que provocan las estrafalarias figuras esculpidas a punta de bisturí y silicona.
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