Ofrecen un flaco servicio y una lamentable retribución a los contribuyentes que dan sostenibilidad al Estado, los gobiernos que cualquierizan la función pública haciendo prevalecer, por encima del talento y la integridad, las relaciones primarias o las compensaciones politiqueras en la designación de los cargos.
Un mal funcionario, con escaso conocimiento de sus tareas, incapacidad gerencial, bajo nivel de entrega, reducida vocación por cuidar los bienes públicos, antiético y minusválido en el sentido de lograr un desempeño medible por resultados, es un desperdicio, un costo portentoso, un insulto a los ciudadanos.
¿Por qué? Sencillamente porque genera un sobrecosto en corrupción, bloquea el desarrollo institucional, debilita al Estado como ente al servicio de la sociedad, le quita brillo a su propio gobierno, contamina la imagen y hace que la gente tenga que pagar por alternativas para lograr soluciones que deberían ser partes del servicio público.
Merecemos, sobre todo quienes pagamos nuestros impuestos, gente idónea administrando la cosa pública, servidores auténticos periódicamente evaluados, con entrega de informes voluntarios sobre la gestión sin que necesariamente medie la presión de la Cámara de Cuentas o la coerción de otros organismos.
Aquí no estoy hablando de gobernar al margen del partido político de turno en el poder, de ignorar a quienes aportaron trabajo, dedicación, energía para llegar alcanzar al poder. Sería una locura y un desatino. Me refiero a privilegiar la capacidad, la habilidad gerencial, la vocación de servicio.
Pienso que los partidos políticos deberían contar con escuelas formadoras de cuadros a todos los niveles en gestión pública, especialmente en aspectos financieros y administrativos y que la formación, conjuntamente con la hoja de vida limpia, sean requisitos para pertenecer a los organismos partidarios.
Es lograr que falten dedos –no que sobren- para contar dentro del partido los probables ministros, directores, superintendentes, gobernadores del Banco Central, administradores del Banco de Reservas, del Bandex, Banco Agrícola, etc.
La escasez de talentos pudiera ser una decepcionante razón por la cual los presidentes se limitan a las rotaciones de funcionarios cuando el público demanda o se crea expectativas de cambios.
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