Languidece el país vecino. Desde el año pasado se quita y se pone el toque de queda por parte de los distintos gobiernos que desde hace un año sucede en ese país, debido a la violencia por parte de las terribles bandas que mantienen amenazadas a la población. Un reciente primer ministro, Alix Didier Fils – Aimé, que no tiene control de su país, mientras continúan la fuga de presos, violencia interina y violencia de bandas armadas en las que ningún responsable gubernamental pone fin en esa media isla, asediada también por el hambre, miseria y enfermedades. Sumado a la violencia sexual contra niñas y mujeres por esas bandas de criminales.
Con el anunció de aquellos «toques de quedas» el gobierno pretende «restablecer el orden y tomar las medidas apropiadas para recuperar el control de la situación». Por supuesto, las autoridades saben que Haití sufre desde hace tiempo una violencia incontrolable y desmesurada en el que las principales organizaciones como OEA, ONU y alguna más, giran su cabeza hacia otro lado, a sabiendas de la situación y de las tantas peticiones de auxilio que desde el gobierno dominicano se han solicitado a dichas organizaciones.
Nuestros vecinos se ahogan en una incesante espiral de violencia sin parangón que abarca la media isla completa. La situación se ha recrudecido aun más a raíz del magnicidio del presidente Jovenel Moise, que, al parecer, intentaba contra corriente poner algo de orden en los entresijos corruptos de la política haitiana. Un asesinato aún sin aclarar del todo donde su viuda es señalada como cómplice del magnicidio. El país más pobre de la región languidece y nadie los ayuda, salvo nosotros, que debemos resguardarnos ahora más que nunca.
En ese sentido, el gobierno de Luis Abinader debe resguardarse y vigilar más que nunca la frontera. No permitir el paso a multitudes incontrolables. De hecho, el propio subsecretario de Asuntos para del hemisferio occidental del gobierno norteamericano, Brian A. Nichols en el año 2022, afirmó algo que todos conocemos «los líderes de las pandillas alimentan la peor crisis de seguridad que ha vivido Haití en décadas».
La intervención de las fuerzas militares de Kenia, un país que tiene sus propios problemas y conflictos en África no fue exitosa. Fiasco total. ONU, la OEA y Unión Europea no miran para este lado. No miran una media isla cayéndose a pedazos en la que su población sufre lo indecible.
Aquel asalto de hace más de un año a la prisión fue comandado por el mismísimo criminal Jimmy Chérizier «Barbecue», ex policía de élite que dirige una de las bandas más violentas del país. Él mismo informó que con este ataque pretendía capturar al jefe de la policía haitiana y afirmó que su objetivo era derrocar al gobierno interino. El mayor responsable de todo este desorden y violencia civil.
Si Haití colapsa, es un gravísimo problema para la República Dominicana que no puede ni debe cargar aun más con la situación sociopolítica de Haití. Una población que solo tiene como vía de escape huir por tierra, mar y aire para poder sobrevivir. Nunca como antes el desorden que observamos en nuestro país es más latente con la migración haitiana. El gobierno dominicano se empeñó en construir un muro. Aún le queda mucho para poder ser un muro que pueda controlar la situación, pero se necesita mucho más que una pared.
Haití necesita de países que le han soltado la mano hace décadas. Mucha culpa de este desorden migratorio es los pasados 20 años de gobierno PLD y son los primeros que ahora se rasgan las vestiduras y exigen al gobierno de turno una «pronta solución». Y en esos años de gobierno morado mucha ayuda recibió Haití de parte nuestra, inversión en infraestructuras, alimento y demás. Hubo mucha permisividad y descontrol migratorio, desde las mafias en la frontera como ya dije antes, y el negocio de visas en los distintos Consulados dominicanos en tierra haitiana.
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