21/11/2025
Espectaculos

La Jiménez vino, mandó en el escenario y cantó lo que le dio la gana

Cuando está en el escenario, Natalia Jiménez exuda una confianza propia de que se sabe una intérprete como pocas, en estos tiempos en que prevalece la irreverencia y el absurdo alimentado por la banalidad y el exhibicionismo mediático. Dueña de una voz que se manifiesta como un torrente de agua cálida, anda paseándose por los principales escenarios de Occidente, con un nuevo repertorio nutrido de clásicos de la música latina que solo se atreven a echarle manos los de su estirpe.

La Jiménez, como le hace llamar a la gira que la trajo de vuelta al Teatro Nacional de Santo Domingo, gira en torno a un puñado de canciones que invitan a, de manera figurativa, cortarse las venas, como ella misma graficó mientras cantaba una de ellas. Sobrecogida por la satisfacción de actuar ante un teatro a toda capacidad –el suyo, para fortuna del exitoso empresario César Suárez Jr., logró ventas totales entre otros cinco conciertos pautados allí mismo, de los cuales tres fueron suspendidos y uno está en caída libre– abrió la noche con El triste, de José José.

El Príncipe de la Canción, tras su partida, no nos legó una princesa, porque en Natalia tenemos a una Reina –con mayúscula–, «la cantante española más mexicana» entre todas las mujeres. El cancionero de esta nueva puesta en escena es una elección muy personal, canciones que como El triste le permiten encandilar corazones rotos y aquellos por despedazarse, por todo aquello que pudo haber sido y no fue.

El triste fue tan solo el comienzo, el inicio de un concierto vibrante, música revitalizante, canciones cojonudas que redondearon el apreciable repertorio. Le siguieron un medley que incluyó Sino te hubieras ido, Perdición, Recuérdame La frase tonta. Este primer bloque también interpretó Que te quería Algo más.

En sus idas y venidas a República Dominicana –ya van unas cuantas, incluyendo su inolvidable participación en Premios Soberano en el 2012, cuando la Asociación de Cronistas de Arte le otorgó un premio Internacional– ha podido darse cuenta que al teatro los dominicanos visten de gala. Gala hizo la artista de los vestidos que lució a lo largo de casi dos horas de concierto. Este fue otro espectáculo dentro del espectáculo. ¡Cuánto garbo!

El primer cambio sucedió después del primerísimo primer bloque que concluyó con Algo más y salió vestida de negro para cantar Creo en mí, sin duda un desahogo personal, tras sus amargas experiencias de su relación anterior. El teatro, literal, vibró como consecuencia de su vozarrón que se manifestó como un temblor, y sacó de las entrañas el sonido que provoca esas emociones.

Regresó a los camerinos y volvió al escenario con un nuevo atuendo para continuar con otros clásicos: Cien años, Sabor a mí, Perfume de gardenias, Bésame mucho –que se la dedicó a su esposo– y Piel canela. La banda volvió a quedar sola para animar el descanso con Oye como va y La Jiménez salió nuevamente y cantó Canta, canta, canta; Me gustas mucho, La gata bajo la lluvia, Ya lo sé que tú te vas Costumbres.

Muy parlanchina –se la pasó bromeando con el público sentado en front stage– conectó de principio a fin, con una buena vibra que producen esos períodos de éxito que transitan los artistas en distintos momentos de su carrera. Volvió por última vez al escenario para interpretar El sol no regresa, El rey y otros temas que pusieron al público de pie. 

A estas alturas, pienso que La Jiménez ya se despide, dejando en la audiencia un delicioso regusto a plenitud. Cantó cuanto quiso, y lo que quiso lo cantó con alma, y así nos dejó a muchos con el anhelo imposible de retenerla aquí para siempre. Solo nos queda, como consuelo, que el tiempo corra ligero y podamos volver a tenerla entre nosotros cuanto antes. Se lo pedimos, casi suplicantes.

Artículo escrito por Maximo Jimenez

Periodista, crítico de cine. Ex presidente de la Asociación de Cronistas de Arte (2011-2013), autor del libro «La gran Aventura de la bachata urbana» (2018).

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