A veces, ser joven se siente como correr con los cordones desatados. Vamos rápido, pero con miedo de tropezar, nos despertamos con metas ajenas pegadas a la frente: el trabajo soñado, la relación perfecta, el cuerpo ideal, los viajes, los premios, el éxito. Todo lo que “deberíamos” estar logrando; Todo lo que los demás ya parecen tener. Y nosotros… aquí, viendo cómo la vida de otros se acelera mientras la nuestra se siente en pausa.
La juventud, paradójicamente, se vive con prisa, como si tener 23 y no haberlo conseguido todo fuera una señal de fracaso, como si estuviéramos llegando tarde a una cita que nadie nos puso. Y en esa carrera desesperada por avanzar, no nos damos cuenta de que estamos caminando sobre los momentos más importantes, los de ahora, los que no regresan.
Nos comparamos, nos frustramos, nos perdemos, y al hacerlo, dejamos escapar lo que sí está pasando: esa conversación que nos sacó una risa honesta, ese día que nos costó salir de la cama pero lo logramos, esa canción que nos hizo sentir comprendidos, esa persona que nos escuchó sin juzgar. Todo eso importa, todo eso también es crecer.
La juventud no debería sentirse como una lista de tareas pendientes, debería sentirse como un mapa abierto, con caminos que se bifurcan, con pausas para mirar el cielo, con desvíos que duelen pero enseñan. Y sin embargo, nos desesperamos si no vemos avances visibles, si no tenemos pruebas de que “vamos bien”.
Pero ir bien no siempre es subir, a veces es sostenerse, aprender, caer y volver a intentarlo. Ir bien es también darse tiempo, y dárselo sin culpa.
Quizá el verdadero éxito de estos años no está en tenerlo todo resuelto, sino en aprender a estar presentes. En entender que no hay una sola forma de vivir ni un solo ritmo correcto, que cada quien florece a su tiempo, y que incluso las raíces, aunque no se vean, también son parte del crecimiento.
Así que, si hoy sientes que no estás donde deberías, recuerda: nadie sabe bien dónde queda ese lugar. Lo importante es seguir andando, con calma, con conciencia, con amor por el proceso. Porque el presente, aunque silencioso, también está escribiendo tu historia.
Comentarios