Con toda naturalidad, una publicitaria que maneja la publicidad gubernamental le exige al Listín Diario que le otorgue portada a las inauguraciones del gobierno, argumentando que pone una enorme cantidad de anuncios en ese periódico.
Desde el sector privado el desguañangue ético no es menos grave, pues es una práctica ordinaria que grandes anunciantes exigan mayor cobertura periodística basándose en estadísticas comparativas de medición de publicidad y medición de publicity, solo que no son tan idiotas como para dejar huellas por escrito.
Qué barbaridad que se incurra en tal inmoralidad, con toda naturalidad, y peor aun que lo haga un suplidor de un gobierno que promueve la ética como bandera. ¡Vaya ejemplo! ¡Qué descaro!
En un país donde no se haya perdido la capacidad de asombro, el cliente, como mínimo, penalizaría a ese suplidor con la ruptura de las relaciones comerciales, como ha tenido que hacer Nike con las fábricas de Asia y Africa que les suplen de servicios manufactureros explotando el trabajo infantil.
Este escándalo de la famosa marca deportiva estalló hace casi 20 años, y todavía la empresa arrastra esa secuela, según se explica en este reportaje de WSJ: Nike aun lucha con los conflictos de su mala imagen.
Aunque el Listín editorializó con fuerza el rechazo a la exigencia, para nadie es un secreto que en los medios también predomina una conducta laxa con respecto a este tema. Siempre habrá alguna excepción, pero, como también sabemos, las excepciones no hacen más que confirmar la regla.
Qué nadie a quien se le vea el refajo por debajo de la falda hable entonces de RSC, a menos que sean las siglas de Remordimiento Social Corporativo.
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