09/08/2025
Editorial

José Rafael Lantigua vivirá en su obra

La República Dominicana despertó el pasado martes con el corazón encogido ante la inesperada y dolorosa muerte de José Rafael Lantigua, un nombre indeleble en la historia cultural no solo del país, también más allá de nuestra frontera. Escritor, gestor cultural, académico y ex ministro de Cultura, su muerte ha generado una ola de pesar que recorre todos los rincones de la sociedad. Con él se va no solo una figura prominente de las letras y las políticas culturales, sino también un ser humano cálido, de voz transparente, generoso en su trato y de talento incomparable.

Lantigua no fue un gestor más. Su paso por el Ministerio de Cultura marcó un antes y un después, gracias principalmente al trabajo de organización que ejecutó en la institución y a la fundación de lo que hoy se conoce como Feria Internacional del Libro. En su gestión, la cultura dominicana dejó de ser un apéndice del Estado para convertirse en un eje fundamental del desarrollo nacional. Supo dotar a la institución de estructura, visión y propósito. Fue un gran gerente cultural, con la mirada puesta en la diversidad de las expresiones en todos los ámbitos, desde lo popular hasta lo académico, con un enfoque inclusivo y moderno que permitió proyectar la identidad dominicana en escenarios internacionales.

Su legado trasciende lo institucional. Lantigua fue, ante todo, un hombre de letras. Su obra literaria, que va desde la ensayística, pasando por su portentoso aporte en el campo de la crítica y, naturalmente, la poética, lo consagra como uno de los intelectuales más sólidos del país. Su escritura, precisa y luminosa, revela una sensibilidad profunda y un compromiso con los valores más altos de la cultura y la verdad. Era una pluma honesta, alejada de artificios, que tocaba el alma y cuestionaba la realidad sin estridencias, con la serenidad de quien ha leído el mundo con ojos sabios.

Quienes lo conocieron, saben que su humanidad era tan imponente como su intelecto. Escucharlo hablar era una lección constante de humildad y claridad. Su voz, siempre serena, tejía puentes entre generaciones, ideologías y disciplinas. No se aferró al pedestal del poder o al aislamiento del intelectual elitista. Por el contrario, caminaba entre la gente con naturalidad, compartía con entusiasmo, alentaba el talento emergente y nunca dejó de aprender.

La cultura dominicana ha perdido a uno de sus pilares más firmes, pero su legado no se disuelve con su partida. Su visión, sus palabras, su obra y su ejemplo seguirán marcando el camino para quienes creen que la cultura es un acto de construcción social, un bien común que define el alma de los pueblos. En momentos como este, en que el país necesita referentes éticos y voces que construyan desde el conocimiento, la ausencia de Lantigua se siente más honda. Pero también nos deja una tarea: continuar su obra, honrar su entrega, preservar su legado.

José Rafael Lantigua fue despedido por los suyos y todos nosotros con gratitud y lágrimas de dolor. Que su luz no se apague nunca en la memoria de esta nación. Porque hombres como él no mueren del todo: se convierten en parte de lo que somos, de lo que aspiramos a ser. Descanse en paz, maestro de la palabra y la escritura, porque la cultura queda en deuda de sus aportes. Honremos su memoria y su figura.

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