En mi rito matutino de leer a fondo la prensa, me encontré una noticia proveniente de Chile que sería una más si no conectara con la realidad política de la República Dominicana. El ministro de Hacienda de ese país, Ignacio Briones, ha alertado sobre el peligro del populismo económico en el manejo de las políticas públicas.
La pandemia ha obligado a los gobiernos de todo el mundo a la inmediatez y esto se entiende, porque lo más importante es salvar vidas y reducir el contagio al mayor nivel posible para recuperar la normalidad.
Sin embargo, que lleguemos a superar el COVID-19 y esa inmediatez se mantenga invariable, en muchos casos con tintes populistas, sería crear otro virus productor de parásitos sociales e inclusive de anomia general.
Cito a Briones: “No permitamos que, acabada la pandemia, tengamos un nuevo virus: el de la inmediatez y el populismo que nos dé un golpe del que no podamos volver a levantarnos”.
El coronavirus emergió entre nosotros en plena campaña electoral y fuimos testigos de una competencia clientelar, asqueante, con superhéroes de cartón poniendo en práctica “todas las posibilidades” con un río de dinero cuya ruta debe ser seguida e investigada.
¿Cuál es el riesgo del populismo de la inmediatez que cita Briones?
Renunciar a reformas estructurales, a la planeación a largo plazo, a la gerencia enfocada y al abordaje integral de los problemas del país.
Aun sabiendo que seguimos en emergencia, es importante que definamos desde ya el país que queremos y qué metas deseamos alcanzar en los próximos 20 años.
No debemos permitir que la pandemia siembre una cultura de barco a la deriva, manejando el día a día sin dar una mirada amplia al horizonte.
Esto supone hacer las reformas que haya que hacer sin asumir un rol de monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, pensando en futuros politiqueros individuales o grupales. Esa es la raíz del cambio.
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