16/10/2025
Notas al Vuelo

Es tiempo de admitir que algo te pasa

A veces decimos que todo está bien cuando no lo está. Fingimos sonrisas, llenamos la agenda, hablamos de cualquier cosa menos de nosotros mismos. Pero llega un punto en el que el cuerpo, la mente y el alma se ponen de acuerdo y empiezan a gritar lo que llevamos tiempo callando. Es tiempo de admitir que algo te pasa. No porque sea una debilidad, sino porque negarlo solo prolonga el peso que ya estás cargando.

Tus enojos no siempre tienen que ver con lo que pasa fuera. Muchas veces, lo que te irrita de los demás o de la vida diaria no es más que un reflejo de lo que llevas por dentro: frustración, cansancio, heridas que no han cerrado. Cuando algo dentro de ti necesita atención, cualquier cosa externa se convierte en detonante. Y en lugar de mirar hacia adentro, preferimos culpar al tráfico, a la universidad, al trabajo o incluso a la gente que más queremos.

Las cosas comienzan a solucionarse cuando aceptas que algo te pasa. Ese es el primer paso: reconocerlo. La salud mental no se trata de mantener la “cara” ante los demás, ni de aparentar fortaleza cuando por dentro estás deshecho. Se trata de sincerarte contigo, de dejar de esconder lo que duele solo porque crees que “ya debería estar superado”.

Pero reconocerlo implica detenerse, y a la gente no le gusta frenar. Porque cuando frenas, llegan los silencios. Y en esos silencios aparecen los pensamientos que tanto miedo dan: los recuerdos que evitas, las emociones que contienes, las preguntas que te incomodan. Sin embargo, es en ese espacio, donde no hay distracciones ni ruidos externos,  donde empieza la verdadera sanación.

Ponerle nombre a lo que te duele es el comienzo de la cura. No hace falta que tengas todas las respuestas ni que lo compartas con el mundo. Basta con reconocer: “esto me dolió”, “esto me marcó”, “esto todavía me afecta”. Nombrar lo que llevas dentro no te debilita, te libera. Te permite entender por qué reaccionas como reaccionas, por qué ciertas cosas te hieren más de lo normal, o por qué a veces la tristeza se disfraza de rabia.

Tu risa no tiene que ver con tu ira. A veces, reímos fuerte para no llorar. O aparentamos calma cuando por dentro arde algo que no sabemos apagar. Pero lo que acaba de suceder, esa palabra, ese gesto, ese recuerdo, es lo que en realidad encendió el fuego. Y mientras no te tomes el tiempo de mirar de dónde viene, seguirás apagando incendios que se repiten con distinto rostro.

Hablar de lo que pasa dentro no es un signo de debilidad, es un acto de valentía. Admitirlo no te rompe, te reconstruye. Porque el primer paso para sanar no es olvidar: es aceptar. Y aceptar que algo te pasa no significa que te quedes ahí, sino que por fin decides hacer algo al respecto.

Artículo escrito por Maximo Jimenez

Periodista, crítico de cine. Ex presidente de la Asociación de Cronistas de Arte (2011-2013), autor del libro «La gran Aventura de la bachata urbana» (2018).

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