15/07/2025
Espectaculos

Elvira Taveras: «Me encantan las comedias dramáticas, se parecen más a la vida real»

Elvira Taveras acumula más de cuatro décadas de trabajo como actriz. Por sus manos han pasado papeles de todos los calibres, unos más que otros, pero algunos de una intensidad dramática con los cuales ha ganado el Premio Soberano, los dos últimos en el 2019 por su trabajo en Agosto y el otro este año por La casa de Bernarda Alba. Conversar con ella nos permite darnos cuenta que es una mujer curtida en las artes escénicas, culta, inteligente y talentosa. La entrevistamos horas después de la cuarta función de La gran depresión, obra producida por Juancito Rodríguez, en la que comparte rol con Lumy Lizardo, que sigue este fin de semana en la sala Ravelo del Teatro Nacional. 

Tu personaje en La gran depresión es emocionalmente complejo. ¿Cómo fue el proceso de preparación para encarnar este papel tan cargado de humor y dolor al mismo tiempo?
Fue un proceso estimulante y exigente a la vez. Como siempre, cada montaje y cada personaje requiere de estudio y análisis, individual y en equipo. Este personaje me obligó a explorar emociones profundas, pero también a encontrar la ligereza en medio del caos. Trabajé mucho en la construcción emocional desde la verdad escénica, sin perder de vista el ritmo cómico que exige la obra. Fue como caminar por una cuerda floja entre la risa y el llanto, lo cual ya es esperado por mí y se me hace un poco más fácil por la experiencia acumulada de cuatro décadas de profesión.

La obra escrita por Félix Sabroso aborda temas sensibles desde una perspectiva cómica. ¿Cómo logras equilibrar la comedia y el drama sin desdibujar la profundidad del personaje?
A mí me encantan las comedias dramáticas o los dramas cómicos, porque se parecen más a la vida real en donde se dan todos los contrastes de emociones y sentimientos humanos de acuerdo con las circunstancias. La clave está en la honestidad. Si el personaje es sincero en su dolor, pero tiene algo de cinismo u optimismo frente a las adversidades, el humor surge de manera natural, sin forzarlo. No se trata de hacer reír, sino de mostrar la humanidad del personaje, con todas sus contradicciones.

Has interpretado muchos papeles memorables a lo largo de tu carrera, incluyendo un trabajo en el 1991 por el cual ganaste el premio como Actriz de teatro y otros dos Premios Soberano más recientes por tu interpretación en el drama Agosto (2019) y en La casa de Bernarda Alba (2025). ¿Qué hace único este personaje dentro de tu trayectoria como actriz?
Manuela me ha permitido combinar dos géneros que amo: el drama y la comedia. Es una mujer rota, pero con una capacidad inmensa de reírse de sí misma, y de defenderse aunque sea utilizando alguna mentirilla inofensiva para los demás. Esa dualidad lo hace único y muy desafiante, porque tengo que cuidar encontrar sus particularidades a fin de tratar de no repetir registros de otros personajes, tanto en lo físico como en lo vocal.

Elvira Taveras en una escena del drama cómico «La gran depresión».

¿Hubo alguna escena que te resultara particularmente desafiante, ya sea por su carga emocional o por su ritmo escénico?
Sí, hay una escena en la que el personaje se enfrenta a su soledad y frustraciones de una forma muy cruda. Tener que aprender a utilizar un arma, aunque sea para efecto teatral fue un gran desafío pues como directora y como actriz trato de no utilizar objetos que puedan generar un accidente o lesiones a alguien del elenco. Luego, mantener el equilibrio emocional sin caer en el melodrama fue un reto. Además, el ritmo escénico es muy dinámico, lo que exige una gran concentración y despliegue de energía de principio a fin de la pieza.

El texto de Sabroso es agudo, lleno de ironía y crítica. ¿Te identificaste con alguno de los dilemas o reflexiones que plantea tu personaje?
Muchos. Creo que todos, en algún momento, hemos sentido esa mezcla de vacío y esperanza. La obra habla de la necesidad de ser vistos, de ser escuchados, del temor a la soledad, al fracaso y otras precariedades humanas y eso resuena profundamente conmigo, aunque mis circunstancias no sean las de mi personaje, si no por la empatía con personas de mi entorno familiar, laboral y amistoso que han estado o están pasando por circunstancias que afectan su salud mental y emocional. 

La química entre los actores en escena es vital para una obra como esta. ¿Cómo fue tu experiencia trabajando con el elenco en esta producción, bajo la dirección de Indiana Brito?
Maravillosa. Con Lumy es la segunda vez que trabajo y me gusta mucho su entrega y creatividad. Con Indiana es la tercera y es muy cómodo trabajar con ella porque tiene una sensibilidad especial para dirigir actores. Nos dio libertad, pero también una guía muy clara. Creo que de parte de todos hubo un rigor y un entusiasmo generoso, comprometido y con una química que creo que se siente en escena.

El público respondió con entusiasmo en todas las funciones del primer fin de semana. ¿Qué te ha sorprendido más de la recepción del público hacia esta obra?
En interés de la gente en los temas de salud mental que en otros tiempos quizás no se tocaban tanto en el teatro o se pasaban por alto. También la risa. A pesar de los temas duros, el público se ríe con ganas. Y luego, el silencio. Ese silencio que queda cuando una escena toca una fibra. Esos contrastes me han conmovido mucho.

Elvira Taveras junto a Lumy Lizardo en otro momento de la función de «La gran depresión».

Bajo la producción de Juancito Rodríguez, conocido por su visión escénica moderna, ¿cómo sentiste que influyó su estilo en el montaje de La gran depresión?
Juancito ve mucho teatro aquí y en los países que visita por lo que tiene una visión muy contemporánea de las artes escénicas. Su enfoque en la promoción y su cuidado en la elección del elenco y del personal técnico para garantizar los detalles escénicos elevan la obra, de acuerdo con el género y estilo de montaje que requiera el texto elegido. 

La sala Ravelo tiene una cercanía especial con el público. ¿Cómo influye ese espacio íntimo en tu actuación?
Muchísimo. La cercanía con el público crea una conexión directa. No hay espacio para la falsedad. Cada gesto, cada mirada, se siente. Es un espacio que exige verdad actoral y propicia el disfrute de poder actuar de manera orgánica.

¿Crees que La gran depresión tiene una resonancia especial en la República Dominicana actual, considerando los temas de soledad, crisis emocional y búsqueda de sentido?
Definitivamente, sí. Vivimos tiempos de mucha ansiedad, de búsqueda de sentido, en medio de la avalancha de informaciones y manipulaciones de los medios electrónicos y las redes sociales. La obra toca esas fibras: la soledad, la necesidad de afecto, la salud mental. Es un espejo de nuestra sociedad. La salud mental de la ciudadanía dominicana y del mundo parece haberse deteriorado, especialmente después de la pandemia del año 2020. Es tiempo de que los seguros de salud contemplen cubrir este campo.

En términos técnicos, ¿hubo elementos del montaje (iluminación, escenografía, vestuario) que potenciaron tu interpretación? ¿Cómo trabajaste en conjunto con el equipo creativo?
Sí, el diseño de iluminación y escenografía fue fundamental. Fidel López es un escenógrafo genial y su experiencia facilita sus aportes al montaje. Trabajamos muy de cerca con el equipo creativo para que cada elemento apoyara la narrativa emocional de los personajes. El vestuario también ayudó a construir su mundo interior, aunque esta vez surgió de varias diseñadoras. Y todo ello se va construyendo desde los ensayos, cuando las actrices y actores traemos utilería y vestuario sustituto para ir explorando posibilidades. A veces esos elementos pasan al montaje final, porque se han vuelto parte de la partitura del intérprete.

A nivel personal, ¿qué te ha dejado este personaje? ¿Hay alguna transformación interna que puedas identificar desde que comenzaste los ensayos hasta ahora?
Me ha enseñado a reírme más de mí misma y de las situaciones más adversas y a pensar en poner distancia con personas tóxicas que aportan poca felicidad y sí mucha amargura a nuestras vidas. Aprendo en cabeza ajena al analizar a mi personaje Manuela. Quisiera que si una Marta me llama, luego de ocho años de alejamiento injustificado, poder analizar si me conviene acudir o llamar al 911 para que vaya a rescatarla. También he reforzado la idea del valor que tiene la amistad verdadera en nuestras vidas.

Con una carrera tan consolidada, ¿qué te motiva a seguir aceptando proyectos como este? ¿Qué buscas hoy en un guion o en un personaje?
Después de cuatro décadas en los escenarios, actuar y dirigir teatro para mi es como respirar. Soy una contadora de historias dramáticas; ese es mi oficio, Y sobre todo tengo necesidad de contar historias que importan a la gente, que pueden darle una pista para tratar de ser mejores personas. Busco personajes que me reten, que me transformen. Y libretos que hablen de lo humano, con todas sus luces y sombras.

Para los jóvenes actores y actrices que te admiran, ¿qué lecciones pueden aprender de un proceso actoral tan exigente como el que requiere La gran depresión?
Que el trabajo actoral es un compromiso profundo con la verdad y el rigor. Que no hay atajos. Que cada personaje merece respeto, estudio y entrega. Y que el teatro es un espacio sagrado donde todo es posible y cuya naturaleza de rito, de convivio, jamás podrá ser reemplazada por una máquina. Y que la gente necesita que les contemos historias que les entretenga, que les emocione y que sea un reflejo de accionar humano en momentos de crisis.

¿Qué pueden esperar los espectadores que aún no han visto la obra en su segunda semana en cartelera? ¿Por qué no deben perdérsela?
Porque se van a reír, se van a emocionar y, sobre todo, se van a ver reflejados. La gran depresión es una experiencia teatral completa, que toca el alma y deja pensando.

Artículo escrito por Maximo Jimenez

Periodista, crítico de cine. Ex presidente de la Asociación de Cronistas de Arte (2011-2013), autor del libro «La gran Aventura de la bachata urbana» (2018).

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