22/12/2024
Notas al Vuelo

El verdadero valor

El valor propio es una de las fortalezas más importantes que una persona puede desarrollar, pero también una de las más difíciles de cultivar. En un mundo donde las validaciones externas parecen tener tanto peso, es fácil caer en la trampa de medir nuestro valor según los ojos de los demás. La cantidad de «me gusta», los elogios, los reconocimientos o la aprobación de quienes nos rodean pueden hacernos sentir momentáneamente valiosos, pero esta sensación nunca es suficiente ni permanente. Depender de lo externo para definir nuestro valor es construir sobre arena, frágil e inestable.

El verdadero valor no debe buscarse afuera, debe emerger desde adentro. Es un proceso que nace de conocernos, aceptarnos y respetarnos tal como somos, con nuestras fortalezas y debilidades. Es comprender que nuestro valor no depende de nuestras circunstancias, logros o del papel que jugamos en la vida de otros, sino de nuestra esencia como individuos. Este tipo de valor no necesita la aprobación de nadie porque está enraizado en una convicción interna de que somos suficientes, incluso en nuestros días más oscuros.

Sin embargo, construir este valor interno no es un camino sencillo. Vivimos en una sociedad que nos enseña a medirnos según estándares externos: cómo nos vemos, cuánto tenemos o qué tan exitosos somos en comparación con otros. Desaprender estas ideas lleva tiempo y requiere un trabajo profundo de autoexploración. Implica enfrentarnos a nuestras inseguridades, desmantelar creencias limitantes y aprender a reconocer nuestro propio mérito, incluso cuando nadie más lo haga.

El valor interno nos da libertad. Cuando dejamos de buscar validación fuera, nos liberamos de la necesidad de agradar a todos o de cumplir expectativas que no nos pertenecen. Este tipo de valor nos permite tomar decisiones basadas en lo que realmente queremos y necesitamos, no en lo que creemos que los demás esperan de nosotros. También nos da resiliencia, porque cuando nuestra autoestima no depende de factores externos, somos más capaces de manejar los fracasos y los rechazos sin que estos definan quiénes somos.

Cultivar este valor requiere práctica diaria. Apreciar nuestros logros, grandes o pequeños, cuidar nuestro bienestar y aprender a hablar con amabilidad hacia nosotros mismos son pasos esenciales. Porque, al final, nadie puede otorgarnos el valor que no encontramos primero en nuestro interior. Depender de otros para validarnos es vivir con una sensación constante de insuficiencia. En cambio, cuando aprendemos a valorarnos desde adentro, encontramos una fortaleza que nos acompaña siempre, una que no se desvanece con el tiempo ni con las opiniones ajenas. Es entonces cuando realmente comenzamos a vivir en plenitud.

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