Durante los últimos días, un bolso vendido por la tienda Aliss ha generado un inesperado revuelo en redes sociales dominicanas. A primera vista, parece un accesorio más, pero su diseño ha sido rápidamente relacionado con uno de los bolsos más icónicos de la moda francesa: Le Pliage de la marca Longchamp. Esta pieza, que ha permanecido por décadas como símbolo de elegancia accesible y funcionalidad, encontró un inesperado “doble” en tiendas locales a una fracción del precio original.
La conversación explotó en TikTok, donde creadoras de contenido compartieron sus hallazgos con entusiasmo. Los videos mostraban bolsos casi idénticos al original: cuerpo de lona, asas en tono cuero, solapa con botón a presión y, en algunos casos, incluso una paleta cromática similar a la del producto francés. En cuestión de días, el feed se llenó de comparaciones, críticas y reflexiones sobre lo que significa “inspirarse” en la moda y hasta dónde llega la delgada línea entre admirar y copiar.
Un poco de historia: ¿qué es Le Pliage?
Le Pliage fue lanzado por Longchamp en 1993. Su creador, Philippe Cassegrain, se inspiró en el arte del origami para diseñar un bolso práctico, liviano, resistente y, sobre todo, plegable. La idea era crear un accesorio que combinara elegancia parisina con utilidad diaria. Con materiales como nailon de alta calidad, acabados de cuero genuino y una capacidad sorprendente, Le Pliage no tardó en convertirse en un best-seller internacional. Hoy, se calcula que se venden más de 10 unidades cada minuto en el mundo.

Además de su versatilidad y su reconocible silueta, el bolso ha sido elevado por celebridades, royals y amantes del estilo minimalista que prefieren invertir en piezas duraderas. Su precio oscila entre los $125 y los $400 dólares, dependiendo del modelo y los acabados.
La versión local: ¿qué ofrece Aliss?
El bolso de Aliss, en comparación, se presenta como una opción estética similar pero con diferencias sustanciales en materiales y confección. La lona es más delgada, el acabado de las costuras más sencillo y el «cuero» en asas y solapa es sintético. Aun así, para muchos usuarios, esto no ha sido impedimento para adquirirlo. Su precio (por debajo de los RD$1,000) lo convierte en una opción atractiva, especialmente para estudiantes, trabajadoras o amantes de la moda que desean lucir un diseño clásico sin vaciar su cartera.
Lo llamativo del caso no es solo la popularidad del bolso, sino el eco que ha generado en un país como República Dominicana, donde el consumo de moda rápida convive con una creciente conciencia sobre el valor de la autenticidad y la sostenibilidad.
Aquí es donde se abre el debate. ¿Puede una tienda vender productos visualmente similares a diseños protegidos por derechos de autor? La respuesta es compleja. En términos legales, muchas veces las marcas modifican lo suficiente un diseño para evadir una infracción directa. Sin embargo, cuando la semejanza es demasiado evidente, se habla de “dupes” o imitaciones, no necesariamente ilegales, pero sí éticamente cuestionables.
La moda, desde siempre, ha vivido entre la inspiración y la réplica. No es extraño que marcas de lujo lancen una tendencia y meses después las grandes cadenas de retail la reinterpreten. No obstante, en un mercado donde las redes sociales amplifican todo, las copias se vuelven más visibles, más criticadas y más discutidas.
¿Y el consumidor?
Más allá del aspecto legal o ético, este fenómeno deja ver algo claro: el consumidor busca estilo, funcionalidad y buen precio. La existencia de un mercado para productos como el bolso de Aliss demuestra que muchas personas desean verse bien sin pagar cientos de dólares. En un país con profundas desigualdades sociales, la democratización de la estética también se convierte en un tema de clase, identidad y aspiración.
Sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿qué tan duradero es este bolso? ¿Qué mensaje enviamos al consumir copias? ¿Nos conformamos con la imagen o buscamos también la calidad y el origen?
Comprar imitaciones o productos inspirados puede tener sus riesgos. Desde la durabilidad (ya que los materiales suelen ser de menor calidad) hasta la posible falta de garantía o soporte postventa. Además, en términos ambientales, muchos de estos productos no están diseñados para durar y terminan en vertederos al poco tiempo de uso.
También está el tema de la identidad de marca: cuando adquirimos una pieza de Longchamp, estamos invirtiendo en décadas de tradición, diseño pensado y calidad comprobada. En cambio, al comprar una imitación, apoyamos una lógica de consumo rápido que muchas veces está desvinculada del valor real del producto.
Moda accesible: ¿una contradicción?
Este caso también abre la puerta a otra discusión vigente en la industria: ¿cómo lograr una moda verdaderamente accesible sin sacrificar la ética? Algunas marcas han optado por lanzar líneas más asequibles, otras han apostado por colaboraciones que acerquen el diseño al consumidor promedio. Sin embargo, mientras el deseo de parecer y pertenecer exista, los “dupes” seguirán proliferando.
El caso del bolso de Aliss no es único, pero sí revelador. En una sociedad donde la imagen tiene un peso cada vez mayor, las decisiones de compra se convierten en actos cargados de significado. Elegir entre el original y su réplica es mucho más que una cuestión de presupuesto: es una postura frente a la moda, al consumo y al valor que le damos a lo que llevamos sobre los hombros.
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