30/05/2025
Crónica de una Mariposa

El poder de las buenas palabras

En una época donde la rapidez y la confrontación parecen dominar el lenguaje cotidiano, resulta esperanzador ver cómo una propuesta oficial pone el foco en algo tan esencial como la forma en que nos hablamos. Esta semana, el ministro de Cultura, Roberto Ángel Salcedo, presentó la iniciativa «El Poder de las buenas palabras», una campaña que busca promover el uso consciente y constructivo del lenguaje en todos los espacios de la vida pública.

La propuesta, dada a conocer en el Palacio de Bellas Artes ante representantes del sector cultural, académico y mediático, no se limita a un acto simbólico. Es un llamado profundo a reconocer que las palabras son herramientas de convivencia y que pueden convertirse en puentes o en muros, en bálsamos o en heridas.

Desde los medios de comunicación hasta las redes sociales, desde las aulas hasta las oficinas, lo que decimos —y cómo lo decimos— moldea la forma en que coexistimos. Las palabras tienen un peso que no siempre medimos, pero que deja huella. El tono con el que se nombra al otro puede humanizar o despojar.

Es claro que el uso inadecuado del lenguaje, como el empleo de términos peyorativos o discriminatorios, puede perpetuar estereotipos y fomentar la exclusión social. El lenguaje que utilizamos moldea nuestras percepciones y actitudes hacia los demás, y un lenguaje negativo puede reforzar prejuicios y divisiones en la sociedad.

Elevo mariposas a la iniciativa del Ministerio de Cultura que busca generar un cambio de mentalidad, sembrar respeto, promover empatía y construir un tejido social más armonioso a través del lenguaje. En un país donde tantas veces nos desbordamos en gritos, sarcasmos y etiquetas, detenernos a pensar antes de hablar puede ser un acto revolucionario.

Porque sí: las palabras son poder. Y en ellas está la posibilidad de transformar.

En esta crónica que vuela como mariposa, quiero creer que un cambio es posible. Que educar sobre el valor de una palabra bien dicha, sembrada con intención y respeto, es un aporte genuino al país que queremos.

Quizás no podamos controlar todo lo que se dice, pero sí podemos elegir cómo respondemos. Y ese pequeño gesto —aparentemente insignificante— puede ser el inicio de un nuevo lenguaje ciudadano.

Uno donde las buenas palabras no sean excepción, sino norma.

Comentarios