El país no se termina el 5 de julio de 2020. Hay que recordarlo ante la efervescencia política y los ánimos triunfantes de los candidatos, cuyos discursos y puestas en escena llevan a una sola conclusión: todos están punteros en la preferencia del electorado y nadie pierde.
Construir percepción, o una realidad paralela, es hoy una alocada carrera, hasta un estado de negación, en gente que cree imprescindible estar en el poder para hacer aportes al país.
En ese contexto, las granjas de bots se desbordan en las encuestas virtuales y emitiendo “opiniones enlatadas,” a veces con muy poca imaginación, hasta pisar la alfombra del ridículo, al repetir las mismas frases cohete que asignan sus oficiantes.
La inversión en sondeos, hechos por firmas “aparecidas”, dudosas y conocidas es otro cuento, que lleva a la gente al agobio y a la incertidumbre. ¿Quién está a la delantera? Es una pregunta que me hacen a diario familiares y allegados. Evado responder.
Una aberración derivada de toda esta escaramuza es la edición rastrera de declaraciones y exposiciones de candidatos en videos, para plantarles narrativas desfavorables. Ocurre en redes sociales, pero también en plataformas “seudo periodísticas”.
Un fenómeno adicional, halado por esta evidente pérdida de juicio, reside en que todo el mundo se cree con la autoridad de informar, generar noticias y análisis, enfocados desde sus preferencias, con lo cual provocan una gran polución en el estado de opinión.
En ese marco -y como mecanismo de defensa- hay que abrevar, para informarse, en el periodismo tradicional, si cabe llamarle así, que sigue las líneas académicas de la responsabilidad, la verificación y el contraste.
Aun así, hay que tener cuidado: dentro de la gran prensa fluyen los intereses creados, que buscan engañar a la audiencia. Esos son más peligrosos, porque a veces son difíciles de identificar.
La exhortación a toda mi gente es esta: vamos a esperar con paciencia el 5 de julio, ejecutemos un voto masivo, consciente y estemos en disposición de trabajar unidos por un mejor país, desde el poder y fuera de él.
Para trascender no hay que ser presidente, senador, diputado, alcalde, regidor. A veces esas posiciones sólo llevan al zafacón de la historia, a la cárcel, al descrédito. Mostremos que somos una nación con grandeza porque, en paralelo con el COVID-19, lo peor sería una crisis post electoral.
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