En el delicioso libro de Javier Cercas “Anatomía de un instante”, el autor pregunta a su padre cuál era el inexplicable encanto que sobre su generación ejercía el presidente español Adolfo Suárez, por qué habían confiado en él, y su padre le contesta en la última página de la fascinante obra: “Porque era uno de nosotros”.
Iba a preguntarle qué quería decir con eso cuando añadió: «Era de pueblo, había sido de Falange, había sido de Acción Católica, no iba a hacer nada malo, lo entiendes, ¿no?».
Tan simple como eso, Adolfo Suárez era percibido como un ciudadano español común y corriente, nada excepcional, sin grandes méritos intelectuales, solo con las luces y sombras de un “hombre normal”.
Ser uno más del montón, sin ninguna diferenciación, puede ser una estrategia diferenciadora en la política, paradójicamente, y también ganadora.
Uno como nosotros puede despertarnos la confianza y la esperanza, porque él sabe lo que es sentir en carne viva el miedo que provoca la inseguridad ciudadana en nuestras calles; él sabe lo que es transitar por una ciudad sucia; él sabe lo que es sufrir el desorden del tránsito; el sabe lo que es asustarse, desprotegido, cuando un agente policial se le acerca… en fin, él ha sufrido como nosotros las realidades que nos roban el sueño y la esperanza.
Hay un discreto encanto en ser uno más del montón, señores candidatos. Ser un ciudadano promedio puede ser un atributo extrañamente diferenciador, una narrativa “contraintuitivamente” ganadora. Lo probó también Francois Holland, el candidato presidencial que conquistó a los franceses en 2012, con la simple promesa de hacer una presidencia “normal”, todo lo contrario al “hiperpresidente” Sarcozy que le precedió.
La tasa de aprobación más alta del mundo la tiene actualmente un presidente que empezó a conquistar las simpatías de sus conciudadanos cuando comenzaron a notar que Danilo Medina se comportaba como un “hombre normal”, diferente al “hiperpresidente” que le precedió. En República Dominicana, el posicionamiento de un “hombre normal” para la presidencia ya está ocupado, pero hay cientos de asientos disponibles para los hombres y mujeres normales que se disputan otras candidaturas.
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