Este trópico tan colorido, bullanguero y repentista en que vivimos se cuela en todo lo que pensamos y hacemos, traspasa la sociedad, la cultura, la economía y se instala cual modelado que nos define como nación, incluyendo muy especialmente al país político.
Por eso aquí tenemos unos señores “presidenciables” tan amenamente soñadores, con la creencia de que son herederos del poder y que basta con que –en una suerte de predestinación– caiga en sus manos la antorcha para sentarse en el solio del Palacio.
En el caso específico de quienes se creen “herederos” del presidente Danilo Medina –a partir de su cercanía, la función pública que ocupan, la presencia mediática y la adulación de los adláteres– el asunto llega a hasta lo risible.
El éxito indiscutible de Medina en política ha sido una construcción en el tiempo, en la que no existió aquello de “coger los mangos bajitos” sino una carrera en el partido y en el Estado –desde lo simple hasta lo complejo- , sin obviar el sacrificio de haber abandonado el centro del poder para irse casi solo al anonimato a trabajar como hormiga su proyecto.
Estamos ante un político orgánico que para los peledeístas y numerosas personas extra partido siguió siendo importante y su peso neto considerable al restarle aquel “carguito” desde el cual ofrecía soluciones y creaba relaciones provechosas.
Los “presidenciables herederos” del momento simplemente se multiplicarían por cero, sufrirían una gran deflación si pierden el cargo, porque no cuentan ni con un curriculum que los salve –aunque tengan plata- ni pueden mostrar arraigo político, debido a que son advenedizos (Dícese persona que se ha introducido en una posición, un ambiente o una actividad que no le corresponde por capacidad).
No hay dudas que al poder se llega por distintas vías, algunas de las cuales son definidas por la suerte y el azar, aunque de todos modos para hacer el hecho sostenible se requiere sustancia, contenido.
Mi enfoque se comprueba con un solo ejercicio: sometamos a los “presidenciables herederos” a una prueba de estrés basada en el debate de los grandes temas nacionales. Sentémonos a escucharlos a ver cuántos pasan la prueba y cuál es el calibre de su discurso.
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