Desde que el mundo es mundo hay violencia. Nada nuevo bajo el sol. Cuidamos nuestro entorno, familia, propiedades al precio que sea. Desde que uno abre los ojos, enciende el celular o agarra un periódico impreso nos enteramos de nuevos casos de violencia que no cesan en cualquier lugar del mundo. No hay excepciones, no hay reglas ni distinción de clases sociales. Es un no parar, un continuo sinfín de hechos y realidades muy duras y complicadas de aceptar. Es un tema que desgasta, ahoga, pero con el que hay que aprender a vivir y caminar alerta.
En conversación con la antropóloga Tahira Vargas para el podcast Cuarto de ensayo, sobre los índices de violencia, comentó: «El ser humano, según estudios antropológicos realizados en distintas sociedades demostró que la violencia es construida socialmente en sociedades donde los conflictos se manejan con violencia. Sociedades de dominación y de ejercicio de poder vertical, patriarcal, pero hay otras sociedades donde no existe la violencia. Es parte de una construcción social que no está solo concentrada en los grupos más pobres. Hay grupos muy pobres que no tienen violencia».
En la sociedad dominicana, contó la especialista, la mayoría de las personas que agreden, asesinan, cometen feminicidios son hombres. A éstos se les educa socialmente para agredir, es una manera de reforzar su masculinidad y machismo. ¿Quiénes agreden? ¿por qué agreden? Pues, se les motiva a través de la competencia de poder, se le reprime estrategias de comunicación afectiva y por eso se genera ese círculo de violencia, más en los hombres. Por supuesto, también hay mujeres que violan, asesinan y maltratan a sus propios hijos u otros niños. A lo largo de la historia casos realmente espeluznante.
Así las cosas, no todo se queda en violencia intrafamiliar. También hay violencia: social en nuestras calles, matar por un parqueo, porque te limpien el cristal del carro, con tu vecina, o con el compañero de trabajo. Hay violencia política, cuando un gobierno aúpa y protege casos de corrupción y desfalco al Estado, incluso, por sus propios partidarios nombrados en posiciones gubernamentales. Y por supuesto, hay violencia desde inicios de la humanidad entre naciones, etnias y bandas en ciertos países aún en la actualidad. Basta las guerras de Rusia – Ucrania, Gaza e Israel, Yemen, Sudán del Sur, etc. En estas situaciones inciden intereses, factores políticos, enriquecimiento y como no, venganza. Sumado a los ataques terroristas, violencia pura y dura contra inocentes, como lo anteriormente mencionado.
Pero ¿qué sucede con la violencia de las calles, bandas y entorno disfuncional en muchos jóvenes? A eso respondió la antropóloga Vargas, «la pobreza no es la responsable, es solo un factor que favorece la violencia por la desigualdad y por la misma violencia estructural. En una misma familia puede haber dos hermanos, uno delincuente y otro en la universidad. Y sí, hay valores, lo que pasa es que hay un tema de una sociedad que empuja hacia la búsqueda de dinero por redes ilícitas donde existe pautas de violencia. Las familias donde viven estos jóvenes son igual a otro tipo de familia donde hay jóvenes que no son delincuentes, y volvemos a la culpabilidad de la mujer, de la mujer. Se ha promovido que las familias donde la mujer está sola criando es la culpable. ¿Qué pasó con el padre?».
En realidad, no tenemos otra cosa que aprender a vivir a diario con la violencia en todos sus matices, de cerca y lejos. Enseñar a nuestros hijos que jamás se debe llegar a esos niveles y que desgraciadamente suceden. Preparar a los niños y jóvenes para este mundo, a veces, de espanto que vivimos. Nos espanta, nos atemoriza. Nos ha tocado presenciar y observar en directo gracias a la tecnología, esa violencia terrible, sin sentido ni razón. Tiempos convulsos, parecido a otros siglos anteriores.
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