Podemos ubicarnos en la izquierda, en el centro, en la derecha, en la extrema derecha, en el socialismo o donde quiera que se encuentre su alineación ideológica. Sin embargo, para defender la democracia y las libertades, todas las ideologías deben levantar una sola bandera: la de la democracia. Para esto, no debe haber distinción de color ni de partidos políticos.
Hago este planteamiento porque he escuchado, penosamente, a algunas figuras del mundo defender los resultados presentados por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, argumentando ser un gobierno ideológicamente socialista. Pero la realidad es que estamos ante una dictadura que le ha robado las elecciones al pueblo venezolano, a sus nuevos representantes, Edmundo González y la valiente María Corina Machado.
Este vulgar robo, preparado por el CNE, que actúa como un comité de base del madurismo, no tiene justificación. No se puede soportar desde ninguna posición ideológica. Es una dictadura cobarde y criminal que busca erradicar para siempre las libertades del pueblo venezolano. Latinoamérica y el mundo no pueden permitirlo, debemos continuar presionando para que este modelo de gobierno tirano no se instale de manera permanente.
Por eso felicito las valientes y solidarias posturas que han tomado muchos países del mundo con respecto a la transparencia del proceso electoral venezolano.
Ciudadano del mundo, no podemos darle tregua a las dictaduras, y sobre todo, no podemos permitir que dobleguen la voluntad popular de este noble y trabajador pueblo. La defensa de la democracia es un deber mundial, una causa que trasciende fronteras e ideologías. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de levantar la voz contra la opresión y luchar por un mundo donde la libertad y la justicia prevalezcan.
La defensa de la democracia es una causa que nos une a todos, independientemente de nuestras inclinaciones políticas. Debemos recordar que la democracia no pertenece a un solo grupo o ideología, es un derecho fundamental que debe ser protegido y promovido por todos. En tiempos de crisis y desafíos, la unidad y la firmeza en la defensa de estos valores son más cruciales que nunca. Unidos, podemos asegurar un futuro donde la democracia sea la verdadera bandera de los pueblos.
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