Danilo Medina ha logrado orientar sus políticas sociales hacia los pobres sin incitar una confrontación entre ricos y pobres en República Dominicana, como ha ocurrido en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Logró tumbarle el pulso a la Barrick Gold, sin generar un ambiente hostil hacia la inversión extranjera, como ha pasado en los países mencionados y también en Argentina, todos representantes de llamada «nueva izquierda» de Latinoamérica.
Ha logrado Danilo Medina un Plan de Naturalización que complace a los ultranacionalistas y a la liberal comunidad internacional.
Ha logrado también que su gobierno contraste, a su favor, con el de Leonel, sin echarle una vaina a los pasadas gestiones del compañero ex presidente. Ha logrado conformar un gabinete con gente más y menos cuestionada del gobierno pasado, por un lado, y caras frescas e inmaculadas de su propio entorno, sin generar grandes ruidos en su relato.
Ya desde la pasada campaña electoral, Medina logró conciliar un discurso de continuidad y cambio. Y siempre se dicho que él fue el armador del pacto entre Leonel y Balaguer que juntó en el Frente Patriótico a los hasta entonces archienemigos PLD/PRSC y Bosch/Balaguer.
Definitivamente, Danilo es Mandrake, el mago de la política nacional y el gran negociador de la «pelótica nacional», expresión acuñada por el respetado periodista Juan Bolívar Díaz y que refleja nuestras dos grandes pasiones colectivas: la política y el béisbol.
Como mínimo, nuestro presidente merece dirigir la Naciones Unidas cuando salga de la Presidencia.
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